“Todos los adolescentes son víctimas de su
época, son secretos subversivos que luchan
contra lo que les dicen que tienen que ser”
la vida que hace más eficiente tu empeño por vivir y
disfrutar de la vida.
No sé si ser escritor y guionista le da a uno la posibi-
lidad de seguir siendo niño, de continuar, de alguna
forma, haciendo castillos de arena.
Un poco sí, son profesiones juveniles, un poco a la
manera de los cantantes de rock. No perder del todo
al niño, cayendo en ese error de la importancia, del
dinero, de la responsabilidad de mantener una familia.
Mis hijos saben que comen gracias a la imaginación
y al juego de sus padres, un juego profesionalizado,
pero juego al fin y al cabo, y eso les ha hecho ser
niños y soñadores. No es una mala profesión para
crecer al lado.
Dices que con ‘Tierra de campos’ cierras un ciclo,
que es momento de parar y de hacer cosas nue-
vas. ¿Cuáles son esas cosas? Quiero intuir que de
aquellas que puedan salir mal, porque como pones
en boca de Dani Mosca, solo ésas merecen la pena
intentarse.
No lo sé, pero sé que con ‘Tierra de Campos’ se ha es-
capado de mí un escritor que puede que nunca vuel-
va. No me gusta hablar de ello, porque da la sensación
de despedida, de entierro, de traición. No es eso, pero
es un libro tan fundamental en mi vida, que ya nada
puede ser igual tras él. Lo bueno es que sé que ahí
fuera, en el mundo editorial y en el comercio literario
nadie puede valorar eso, entender eso, así que es solo
responsabilidad mía saber por dónde continuaremos.
Para la gente careces de importancia, de relevancia,
así que tú eres tu propio jefe, tu propio patrón, tu pro-
pio capataz y te esclavizas voluntariamente a nuevos
proyectos sin que nadie los demande ni los espere. Es
bonito, pero los escritores somos esclavos de un amo
invisible que nosotros mismos fabricamos y del que
no podemos escapar. ■
JULIO 2017 •
mama
• 49