Madresfera Magazine 05 - Julio 2016 | Page 33

N PORTA E Las consecuencias para la salud La alimentación y un estilo de vida poco saludable tienen un efecto directo sobre nuestra salud y nuestra esperanza de vida: la obesidad mata a 2,6 millones de personas al año en el mundo. Según la OMS, el sobrepeso u obesidad infantil se asocia a una mayor probabilidad de muerte y discapacidad prematuras en la edad adulta. Además, señala que “los niños con sobrepeso u obesos tienen mayores probabilidades de seguir siendo obesos en la edad adulta y de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles”. De qué tipo de enfermedades hablemos dependerá, en parte, de la edad de inicio y de la duración de la obesidad. En este sentido, Lucía Martínez señala que no debemos olvidar que “la obesidad infantil no es un problema estético sino un factor de riesgo para que esos niños al crecer tengan mayores probabilidades de sufrir una serie de enfermedades como diabetes tipo II, problemas de sueño, un desarrollo anormal en la pubertad, trastornos de las articulaciones, óseos y hormonales, problemas cardiovasculares, mayor prevalencia de ciertos tipos de cánceres (endometrio, mama, colon) o, incluso, problemas de fertilidad en la edad adulta”. La nutricionista añade, además, un factor emocional que influye de manera negativa en el nivel de autoestima, estigma social o problemas de acoso escolar. “Esto va directamente unido a la presión estética que hay y que choca frontalmente con la industria alimentaria”. A todo esto, debemos añadir que los países en vías de desarrollo o subdesarrollado se enfrentan a un doble problema: Por un lado, la morbilidad provocada por la desnutrición y las enfermedades de tipo infeccioso (como consecuencia de la falta de vacunas, recursos médicos o acceso a agua potable, entre otros). Por otro, el aumento de la obesidad provocado por una nutrición y unos hábitos inadecuados (falta de lactancia materna, ausencia de información nutricional, no tener acceso a alimentos saludables por su precio, etc.). Según señala la OMS, cada vez es menos raro encontrar países empobrecidos en los que coexisten estos dos problemas aparentemente tan distantes: desnutrición y obesidad. Mejor prevenir que curar Ya lo decían nuestras abuelas: “Es mejor prevenir que curar”. Y no les faltaba razón. La obesidad infantil, como otras alteraciones, es un trastorno prevenible y, como tal, está en nuestra mano evitarlo. En el caso de que la obesidad infantil esté ya establecida es importante tener claro que podemos solucionarlo. El primer paso es acudir a un profesional de la nutrición y, de ser diagnosticada la patología, debemos ser conscientes de que existe un verdadero problema y no restarle importancia. DA ORME I NF un estilo de vida saludable”, y modificar aquellos hábitos que no son del todo correctos. ¿Qué deberíamos tener en cuenta para saber si nuestro estilo de vida es el más saludable? No hay recetas mágicas. La nutricionista se centra básicamente en dos puntos: A nivel alimentario: - Aumentar el consumo de frutas y hortalizas, legumbres, cereales integrales y frutos secos. - Reducir la ingesta de grasas no-saludables. - Reducir la ingesta de azúcares. A nivel de actividad fisca: - Mantener un mínimo de 60 minutos diarios de actividad física de intensidad moderada o vigorosa que sea adecuada para la fase de desarrollo y conste de actividades diversas Juan Revenga no duda que está en nuestra mano mejorar la alimentación de nuestros hijos comprometiéndonos con una correcta alimentación: “Los niños comen lo que tú tienes en tu casa, lo que tú le pones en sus platos, lo que tú tienes en tu nevera. Si tú no quieres que tu hijo coma una cosa u otra, no lo tengas en casa. Es así de simple”. Si le preguntamos a Silvia Gutiérrez por nuestro papel como padres en la alimentación de nuestros hijos nos aconseja pararnos a analizar nuestra alimentación y nuestro estilo de vida en general, “siempre estando formados e informados sobre los beneficios de JULIO 2016 • mama • 33