[ EL POST DEL MES ]
Dices en la presentación de tu blog que la maternidad te removió completamente y te obligó a
re-conocerte. ¿Cómo veías la maternidad antes de
ser madre?
casa? Esto al final genera muchísima frustración.
Tenemos que ser realistas con nuestra disponibilidad
y ajustar nuestro propio nivel de exigencia. Yo aún
no lo he conseguido, por cierto.
No tenía ni idea de nada, yo iba a ser una madre de
las que traía a los niños firmes. Y es curioso, porque
ahora me doy cuenta de que estaba cantado que no
sería así, mi relación con los niños siempre ha sido
distinta a la de la mayoría de la gente. Yo era esa
amiga que estaba encantada de jugar con los niños
de los amigos y conocidos, esa amiga a la que los
niños siempre adoraban, que se los ganaba a todos,
incluso a los más reservados. Y no hacía nada
especial; simplemente les prestaba la misma atención que a los adultos, los trataba de tú a tú. Les
hacía caso cuando el resto de adultos sencillamente
los ignoraban.
¿Qué hay de diferente entre ser mamá de uno a ser
mamá de dos? ¿Se tiene más experiencia y eso hace
que relativicemos ciertas cosas?
Al nacer mi hijo me sentí muy abrumada porque yo
venía de una educación muy estricta, una relación
familiar muy poco física y muy basada en la autoridad. Y de repente te das cuenta de que lo que
quieres hacer es todo lo contrario, que quieres tener
a tu hijo pegado a ti el mayor tiempo posible, y te
pones a investigar y descubres que, además, eso que
te nace es lo mejor para tu bebé. Todo esto de la
mano de un bebé muy demandante e intenso, que
no me daba tregua ni de día ni de noche. Fue
agotador pero al mismo tiempo un aprendizaje
increíble acerca de mis límites y mis capacidades, de
la maternidad y de la importancia de la crianza.
¿Se nos exige mucho a las madres? ¿Crees que hay
cierta obsesión por el perfeccionismo maternal?
No se nos exige demasiado, se nos exige un imposible. Tener una casa de revista, hijos perfectos,
trabajos de éxito, maridos felices, suegras y madres
contentas, y suma y sigue. Es imposible, literalmente
imposible. El problema es que nosotras mismas no
nos damos cuenta, somos quienes más nos exigimos,
y además nos hemos criado en casas en las que se
podría comer en el suelo con madres que nos
zurcían los calcetines, y con esa imagen en la cabeza
miras tu casa y tu vida y te sientes fatal, porque no
es que no llegues, es que no llegas ni a la suela de
los zapatos. Pero por ejemplo mi madre no trabajaba
cuando yo era pequeña; entonces ¿cómo me voy a
comparar con ella, si yo estoy todo el día fuera, y ella
tenía nuestras horas de colegio para ocuparse de la
En mi caso ha sido muy distinto porque como te
digo los primeros años del niño fueron muy abrumadores, los viví muy intensamente. Con la niña ha sido
todo mucho más relajado en ese sentido, quizás lo
haya disfrutado más, aunque al mismo tiempo ha
sido mucho más locura. Con el mayor, si no dormía
durante la noche dormía la siesta con él, iba compensado como podía. Al tener dos esta opción
desaparece, claro. Así que por una parte tienes la
experiencia pero por otra te ves muchísimo más
limitada. Y luego está esa bendita costumbre