LUMEN
Edición #1 • Agosto 2014 • Página 17
conductas que tuvieron que dejar atrás para transicionar efectivamente dentro de un nuevo
orden? Y, sobre todo, ¿cómo maniobraron para manejar la amenaza de la potencial
“americanizaciòn” de la masonería puertorriqueña? Las respuestas a estas preguntas, y a las que
formulamos en el apartado anterior, las encontraremos en la lectura y relectura de las fuentes
primarias documentales que citaremos a continuación.
La historia detrás de dos historias
Como ha sido estipulado por los cronistas del proceso, el 27 de diciembre del 1896 la
GLSPR decretó un receso en sus labores. Al examinar el acta de la sesión trimestral ordinaria de
la citada fecha, encontramos que (como bien han lo han citado en sus trabajos Ayala y los
historiadores masónicos a los que hemos hecho referencia anteriormente) se hace mención de los
incidentes que llevaron al cierre de varias logias, así como de las directrices emitidas por
funcionarios públicos solicitando el cierre de los Talleres. Confrontados con dichas situaciones:
…la Gran Logia acordò por unanimidad suspender por ahora los trabajos a fin de que no
pueda sospecharse ni aún remotamente de una institución que es enteramente agena (sic)
a la política y solo proclama la fraternidad universal y el bienestar de sus asociados;
siendo por el contrario uno de sus preceptos el más absoluto respeto a los poderes
constituidos; disponiéndose al propio tiempo que el acuerdo de suspensión sea
comunicado a las Logias de la obediencia.31
Hay que destacar en esta relectura del documento que el lenguaje utilizado al aprobarse el
acuerdo habla de “suspender por ahora los trabajos” y no “abatir columnas”, que es el término
que se usa para describir el cierre permanente de una logia o una gran logia. Este lenguaje
descarta “a prima facie” cualquier alegaciòn de abandono de territorio o cesión de jurisdicción a
otra obediencia. También establece la intención de regresar a sus labores tan pronto como las
circunstancias así lo permitieran.
Un detalle interesante sobre esta acta es que de la misma se desprende que el Gran
Maestro, Rafael Arrillaga, nombrò una comisiòn “para cotejar el acta con esta minuta”, la cual
estuvo compuesta por el Gran Primer Vigilante, Rafael Monagas, y por masones Otto Ohrt y
Policarpio Rosado, quienes ocuparon respectivamente los puestos de Maestro de Ceremonias y
Gran Segundo Vigilante, pro tempore, durante la sesión. Al pie del acta aparece una certificación
31
Actas, Págs. 186-187.