Eduardo: La teatralidad nace por una parte de saber
que siempre los del rock and roll eran alharacos para
tocar y de que resulta de que cuando tú has tocado diez
veces el “Mambo de Machaguay” y te encuentras con
que estás siempre así, ya te empieza a dar lata, por último te rascas el culo. Y ahí te empiezas a dar cuenta
de que para pasarlo bien, porque lo empiezas a pasar
hasta mal, como un disco que repite, entonces uno dice
“ya, voy a hacer cualquier cosa” y empiezas a inventar
tus movimientos, el mismo tema te llama, si tú tienes que
tocar empiezas a inventar movimientos graciosos en el
escenario, causa del hastío de tocar todos los días el
mismo tema, entonces tú, además de darle cuerda a tu
imaginación, de entretenerte tú mismo, estás entreteniendo al público también, porque claro, es más entretenido a
fin de cuentas, en vez de estar así con cara de palo, estar
más gracioso, con movimiento, y de repente ir a visitar
al compañero que está en un solo, y se van dando. Yo lo
relaciono con los movimientos del cura y los monaguillos
en la misa, porque son movimientos rituales al final, que
uno le aplica a la canción.
Eduardo tocando bongó en un concierto. Fotografía original de archivo Jaivamigos.
Claudio: Incluso ensayábamos en un galpón grande que
teníamos en la casa, y hubo momentos en que ensayábamos la iluminación también. Pero era para los conciertos
importantes, los conciertos de París más bien. Porque
cuando andábamos de gira, eran giras de un concierto
tras del otro, había que tocar todos los días. Por eso la
mística de concierto es muy importante, pero no se puede aplicar en conciertos de gira. Yo que soy el encargado
de la relación con el público, cuando llegamos a un lugar
yo trato, por lo menos, de empaparme del lugar. Ponte tú