Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 93

—Servir. —No son más que buenas maneras. —Tal vez. —Lo dices para provocarme. Él sonrió antes de darse la vuelta para atender el fuego. Vio cómo retiraba el cazo, vertía la pasta en el colador, la servía luego en una bandeja y, por último, le echaba por encima lo que parecía salsa marinera de una sartén que también estaba en la vitrocerámica. Cayó en la cuenta entonces de lo raro de la situación: él cocinando para ella y sentándose a cenar y a comer como gente de lo más civilizada, a pesar de lo que tenían pensado hacer entrada la noche. Y era un poco emocionante. Quizá más que un poco, tuvo que reconocer cuando se imaginó desnuda acatando las órdenes de Alec una vez más. Notó un escalofrío de deseo en el vientre. —La cena está lista. Vayamos al comedor. Hay ensalada y pan en la mesa. Ella le siguió por otra puerta y llegaron al comedor. El suelo de madera refulgía a la luz de las docenas de velas encendidas por todo el salón, encima de la mesa de roble y en el aparador antiguo. La mesa estaba puesta con sencillez: había platos de cerámica en tonos terrosos, servilletas de lino de color beis y pan en una cestita de mimbre. En el centro de la mesa había un cuenco de bronce que, inesperadamente, estaba lleno de agua y camelias flotantes. Alec dejó los platos y al instante se dio cuenta de que le había retirado la silla y esperaba a que se sentara. Así lo hizo ella y dejó que le acercara la silla a la mesa, maravillándose por la cortesía de su anfitrión. Con eso la velada parecía demasiado normal, incluso, cuando estaba claro que no lo era. —¿Así es como va todo siempre? —¿A qué te refieres? Él se sentó presidiendo la mesa y se colocó la servilleta en el regazo. —Pues como si fuera una cita. —¿Acaso no lo es, acabe la noche o no en tu puerta y yo dándote un casto beso en los labios? —No lo sé. ¿Lo es? ¿Es eso lo que estamos haciendo? Él se quedó callado un momento mientras cogía un trozo de pan y lo partía en dos. Ella se distrajo con el movimiento de sus manos. Parecían muy fuertes, como si pudieran partirla a ella también si quisiera.