Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 79
plantas. La fachada estaba pintada de un tono gris suave y había dos columnas
clásicas de piedra a cada lado del porche. No había prestado atención en el trayecto
pero reconoció el barrio de Beacon Hill. Le sorprendió que viviera allí y no en
algún apartamento moderno del centro.
Él pagó al taxista, la ayudó a salir del coche y luego la asistió también para
subir las escaleras. Abrió con llave la gruesa puerta con paneles de cristal, la hizo
entrar y encendió la luz del vestíbulo.
El interior era cálido. La temperatura y el mobiliario también; este último
tenía unos tonos relajantes de color marrón, gris y azul marino. Había sofás
mullidos y cómodos y muebles antiguos de madera. En las paredes colgaba todo
tipo de arte: cuadros, tallas de madera y máscaras de todo el mundo. Y había libros
por doquier: en estanterías empotradas, encima de las mesas y en montones bien
alineados en el suelo. Todo era grande y masculino, como el mismo Alec.
—Te llevaré a la cama —le dijo, mientras le quitaba el abrigo de encima de
los hombros.
—¿A la cama?
Entonces ella cayó en que se acostarían juntos. No solía pasar la noche con
ningún hombre. Con la mayoría de sus parejas sexuales, iba a casa de ellos, tenían
relaciones y luego se iba a dormir a su casa. Pero estaba muy cansada. No
recordaba sentirse así de agotada en la vida.
—Vamos.
Él la guio hasta el piso de arriba y cruzaron una puerta que daba a una
habitación que ella supuso era su dormitorio.
Los muebles de la estancia también eran a gran escala. Había una cama
enorme con un cabezal tapizado en ante marrón chocolate. La cama estaba cubierta
con un edredón blanco, como el que ella tenía en casa. Había también una cómoda
alta y en las ventanas había unas persianas de madera oscura. El suelo de madera
de roble estaba cubierto con alfombras persas.
Estaba demasiado oscuro para ver las cosas con mayor detalle puesto que
solo se filtraba la luz proveniente del recibidor. Sin embargo, estaba tan cansada
que lo único que quería saber era que había una cama en la que dormir. Nada más
parecía importarle, salvo que Alec estaba allí a su lado.
No quería que eso fuera importante. No quería que él fuera importante.
«Maldita sea.»
Las lágrimas amenazaban con salir otra vez pero las contuvo.