Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 78

Dejó que la ayudara a incorporarse y a ponerse la ropa. Luego la llevó de la mano por el club. No era del todo consciente de las cosas que pasaban a su alrededor aunque percibía el ruido de las manos y el cuero sobre la piel, los gritos y los suspiros, el olor del deseo en el aire. En el vestíbulo, Alec le puso su chaqueta de piel sobre los hombros y, a pesar de la rebelión que notaba en su interior, inspiró el fragante olor a cuero y a hombre. «No te pongas muy tontorrona por él.» Era difícil no hacerlo después de lo que acababan de hacer. Y tal vez fuera este el gran peligro; que, de alguna manera, ella quedara indefensa. Pero Alec ya la estaba sacando de allí y la humedad del aire fue como un golpe para su sistema. Cuando él la atrajo hacia sí, no se quejó. El portero les paró un taxi y Alec la ayudó a entrar. Luego se sentó a su lado e inmediatamente la rodeó con el brazo. —No hace falta que lo hagas —le dijo ella. —¿Que haga qué? El taxi cruzó la ciudad en plena noche. Había dejado de llover pero las calles estaban mojadas y oía las salpicaduras que hacían los neumáticos en el asfalto. — No hace falta que me sujetes. —Pues claro que sí. Él parecía sorprendido de verdad. —¿Porque es parte de tu trabajo? Se quedó callado un buen rato. —No. —Entonces, ¿por qué? Se hizo otro largo silencio y luego contestó: —Porque quiero. Dylan no supo qué decir a eso. Quería discutírselo porque de algún modo le sonaba mal, pero su cerebro medio confundido no funcionaba bien. Recorrieron la ciudad en silencio; solamente se oía el zumbido de la calefacción y el murmullo de la emisora de radio que escuchaba el taxista, fuera cual fuera. Y la presencia de Alec; fuerte y cálida a su lado. El taxi se detuvo delante de una gran casa de estilo Craftsman de dos