Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 27

Imaginó la mirada penetrante de Alec a través del espejo, observándola. Con la otra mano se pellizcó otra vez un pezón. El placer, agudo y caliente, la recorrió como un escalofrío. «Alec.» Ah sí, notaba sus grandes manos encima y dentro de ella. La frotaban y la pellizcaban. El placer era como la lava en sus venas, que se abría paso en ella suave como la seda. Extraía e introducía los dedos; movía la palma con fuerza contra el clítoris. Y su cuerpo entero se contrajo y se estremeció al llegar al orgasmo, mientras gritaba su nombre en la habitación vacía. «¡Alec!» Con las piernas débiles estuvo a punto de caerse, pero con una mano se aferró al borde del vestidor. Jadeaba y boqueaba en busca de aire. En la imagen que le devolvió el espejo tenía ruborizadas tanto las mejillas como los pechos. Tenía unos ojos enormes; las brillantes pupilas habían oscurecido casi por completo sus iris grises. Su cuerpo seguía estremeciéndose de la necesidad, a pesar del orgasmo. «Alec…» Miró la cesta de mimbre que había junto a la cama y pensó en la colección de vibradores que guardaba ahí. «Sí, tengo que correrme otra vez. Y otra…» ¿Cómo había conseguido este hombre meterse tan dentro de ella? ¿Y cómo podía sacárselo de encima? Cruzó la habitación, se sentó en la cama y sacó uno de sus juguetes favoritos de la cesta; un masajeador turbo pesado que la hacía gritar cada vez que se corría. Quizá con eso bastaría. Pero cuando se tumbó encima de la almohada y lo encendió, bajando el instrumento entre los muslos, sabía que ningún juguete sería suficiente. ¿Qué le había hecho Alec Walker? Sonó la alarma, Alec le dio un manotazo a tientas y se tumbó de espaldas. Había dormido boca abajo y se despertó con una dolorosa erección que oprimía el colchón. Y con el rostro de Dylan en la cabeza. Y en el cuerpo.