Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 226

mejilla, al lado del cuello, en su clavícula, hasta que, por fin, le cogió el pecho en su cálida palma. A Dylan el deseo le recorría el cuerpo en escalofríos largos y dulces, con los pezones poniéndose duros, el sexo llenándose, hinchándose una vez más. Mientras ella observaba su rostro, él entró en ella. Con una estocada larga y magnífica se metió muy adentro. Con los ojos encendidos, de aquel azul brillante, mientras la miraba, miraba dentro de ella de un modo que jamás nadie lo había hecho. Dylan sabía que él la podía ver, que lo veía todo de ella. Y que, a pesar de todo, la amaba. Una parte de ella todavía no se lo podía creer. Pero él estaba allí, junto a ella, de un modo que jamás lo había hecho. Quizá porque, finalmente, ella lo estaba permitiendo. Quizá porque se habían dicho las palabras. La primera vez para ambos. Había magia en aquello. Y, práctica como era, incluso ella podía creer en esa especie de magia. Él entró más aún, haciéndola gemir, y sus manos se aferraron a sus anchos hombros. —Alec, bésame. Él sonrió con esa sonrisa arrebatadora e inclinó la cabeza hacia la de ella. Dylan la levantó y cogió su boca, abriendo sus labios con la boca, hundiéndose en su interior. Todo era dulce calor y lenguas escurridizas. Una pasión tan caliente como sus cuerpos moviéndose al unísono. Él puso sus manos debajo de ella, alrededor de su cintura, aguantándola cerca. Ella absorbió su olor: lluvia y tierra y aquella cosa elemental que era exclusivamente suya. «Alec.» «Suyo.» —Nena —susurró él, con la voz derretida—. Te quiero. —Te quiero, Alec. Muchísimo… Él empujó, con el placer brillando sobre su piel, a través de todos los nervios de su cuerpo. —Dímelo, Dylan, dime que eres mía. —Sí. Soy tuya. Lo era. Se pertenecían. Y ella afrontaría todo lo que tuviera que afrontar, sus miedos y los de él, para no perderle. Él le había enseñado a ser valiente, a ser auténticamente valiente, no a mostrar simplemente una fachada y correr hacia otro lado. El amor le había