Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 209

puedo hacer. Le caían lágrimas por la cara. No se molestó en secárselas. Era demasiado tarde para ello. Demasiado tarde para todo. —Dylan, ¿se trata de eso, del estado de nuestra relación? Escucha, tenemos que hablar de ello. —Estoy harta de hablar —repuso ella, en voz baja y la garganta apretada. Estrangulándola. Alec tenía los ojos encendidos. Parecía desconcertado. Parecía sentirse como ella. A Dylan le dolía verle así. Se volvió. Y abrió la puerta. Él calló el tiempo justo para que ella saliera de un salto, con los pies cayendo sobre la acera mojada con un ruido sordo. Bajó por la calle hacia su edificio tan deprisa como le permitían sus botas de tacón alto. En cuestión de segundos, la lluvia le había empapado el pelo y el agua le bajaba por el abrigo. Él no la seguía; habría oído como abría la puerta del coche, habría oído sus pasos. Y con sus largas piernas, la habría atrapado fácilmente. «Ven a por mí, maldita sea. No vengas a por mí. Maldita sea.» Habían pasado tres o cuatro días. De algún modo, había perdido la cuenta. Había pasado gran parte del tiempo durmiendo, despertándose para prepararse una taza de té, una tostada para volver a la cama, resguardándose bajo las sábanas, bajo los edredones extra que había amontonado. Sin embargo, por mucho que hiciera, parecía imposible que entrara en calor. No había leído ningún libro, ni visto la televisión, ni hablado con nadie por teléfono. Y, ciertamente, no había trabajado, no había escrito ni una sola palabra. No podía soportar estar en su propia cabeza, pero tampoco podía soportar estar fuera de ella. Y hablar con alguien de ello, como Mischa… Era imposible decir eso en voz alta. Se sentó en la cama, acurrucada bajo el edredón blanco, con los cojines apilados a su alrededor como una fortaleza mullida. Había una taza de té en la mesita de noche y una caja de pañuelos. Un montoncillo de pañuelos arrugados estaban esparcidos en el suelo como copos de nieve. Había descorrido las cortinas esa primera noche y no se había molestado en