Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 205

Quince Se había tomado unos cuantos minutos para respirar, para volver a ponerse brillo de labios, para lavarse las manos dejando que el agua fresca le mojara las muñecas. Todavía tenía las mejillas sonrosadas cuando salió del lavabo de señoras, pero no quería hacer esperar demasiado a los hombres. No quería que nadie le hiciera preguntas. Por suerte, estaban enfrascados en una conversación cuando regresó a la mesa. Alec se puso en pie para dejarla entrar en el banco, sin apenas mirarla, aunque le puso un brazo sobre los hombros cuando ambos estuvieron sentados. Se inclinó hacia delante para hablar con Dante. —He encontrado unos cuantos sitios fantásticos para alojarnos una vez estemos allí. Una auténtica mezcla. Está ese sitio increíble del que me habló un amigo, justo en la playa. Solo barracas de hierba en la arena, realmente primitivo, pero he pensado que no te importaría. —No, claro que no. Ya me conoces. Puedo dormir en una cama de clavos, si es necesario. —Se supone que ahí la comida es increíble y tiene una de las mejores playas. Y de camino allí, he pensado que nos podríamos detener en San Francisco el primer día y después, quizás en Santa Bárbara. —Me gusta Santa Bárbara —dijo Dante, sorbiendo su sake—. Hay una pequeña galería que tiene una colección de antiguos grabados eróticos de marfil y hueso japoneses. Espera a verlos. Te volverán loco. ¿Dónde quieres parar en San Francisco? —¿Vosotros dos vais a San Francisco? —preguntó Dylan, apartando la comida con los palillos, intentando comportarse con normalidad. Intentando evitar que le diera vueltas la cabeza. Intentando no echarse encima del gran cuerpo de Alec a su lado, dejar toda esa lucha y fundirse dentro de él. —No. Iremos a Baja dentro de pocas semanas. San Francisco será solo una parada. —¿Baja? ¿México? —Sí —respondió Dante—. Un viaje en moto. Hace mucho tiempo que lo estamos planeando. Por fin tengo tiempo libre en el trabajo porque he reprogramado todos los juicios que tenía. ¿Has estado alguna vez? —Yo… no. —Se le contrajo el estómago en un nudo, cada vez más fuerte.