Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 182

Él la hizo girar y la empujó contra la puerta, de modo que ella tuvo que poner las manos encima, con el rostro a pocos centímetros de la madera pintada y lisa. Entonces, él le bajó la cremallera del vestido, el mismo que llevaba cuando le había conocido, un viernes por la noche en el Pleasure Dome y se lo quitó. No llevaba nada debajo. —Ah. Tal y como me gustas, mi chica. —Le recorrió los costados del cuerpo con las manos, erizándole la piel al contacto. Entonces, bajó hasta sus caderas, sus nalgas—. Ábrete para mí, Dylan. Te voy a follar aquí mismo. Notó cómo descendía hasta ese lugar brumoso y magnífico, mientras se entregaba a él. Se rendía a él. Separó los muslos, oyó cómo Alex se desabrochaba los vaqueros y cómo rompía el envoltorio del preservativo. Entonces, con uno de sus brazos la asió por la cintura y, con el otro, le apartó el pelo del cuello hacia un lado. Le dio un beso suave allí, haciendo que temblara de necesidad. Puro calor. Una necesidad prácticamente insoportable. Utilizando su mano, guio la polla entre sus muslos y ella se inclinó por la cintura, abriéndose más para dejarle entrar. —Oh, eso está bien, Alec… Muy bien. Tenía el sexo mojado, empapado. Y entonces, él empezó a moverse. Eran sacudidas profundas, intensas, tan fuertes y rápidas que apenas podía respirar. Tenía las palmas abiertas sobre la puerta de madera pintada, y puso la mejilla allí, apretando contra la superficie dura. Arqueó las caderas, moviéndolas arriba y abajo, introduciendo placer en su cuerpo, tan profundo como su polla, que no paraba de empujar. Él tenía la boca en su cuello, besándolo, mordiéndolo, y luego bajó por su columna, por sus hombros. Entonces, ralentizó la marcha, se detuvo y lo único que Dylan pudo oír fue su respiración entrecortada. Lo único que notaba era su gran cuerpo tras ella, sus labios descansando en su hombro, su polla hinchada llenándola. El placer era una respiración contenida, suspendida, excitada por lo que iba a ocurrir. Y entonces, Alec bajó la mano para propinarle un fuerte manotazo en una nalga, haciendo que su cuerpo saltara hacia la puerta, saltara de deseo. —Sí, Alec… Él le volvió a propinar otro manotazo, con el ruido retumbando en los oídos de ella, el placer como V