Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 169
sea.
—¿Alec?
—¿Qué?
—Me alegro de que no me mandes a casa.
Se le encalló la respiración, era como si le hubieran dado una patada en las
tripas. Él también se alegraba. Pero no lo podía decir. Jamás en su vida se había
quedado sin habla. Hasta ahora.
Hasta que conoció a Dylan.
«Simplemente, respira.»
Alec cogió aire, lo sacó y lo volvió a hacer. Y, por fin, mientras las lágrimas
de ella se secaban, pudo volver a respirar con normalidad, sin aquel extraño dolor
en el estómago, en el pecho.
Dylan se había relajado un poco. Él estiró el brazo y retiró los brazos de ella
de alrededor de su cuello.
—¿Alec?
—No te preocupes. Te voy a llevar a casa conmigo. Ahora mismo.
Ella hizo que sí con la cabeza.
Él la ayudó a bajar de la mesa, se vistió y la acompañó hasta la zona de
juegos que habían utilizado. La ayudó a vestirse y fue como vestir a una muñeca,
porque ella no decía nada y tenía el cuerpo completamente flácido, sin vida.
Quería volver a sostenerla.
«Sencillamente, llévala a su casa, a su cama. Acuéstate con ella.»
De algún modo, empaquetó sus juguetes y metió a ambos en su camioneta.
Puso la calefacción al máximo y encendió los calentadores de los asientos. Ella
estaba lánguida, en silencio. Alec puso un CD de música clásica, algo ligero de
Chopin, con el volumen bajo.
A esas horas de la noche no tardó demasiado en ir desde el centro hasta su
barrio de Beacon Hill. Aparcó delante de su casa y ayudó a Dylan a salir del coche.
Aún estaba medio muerta, muda, con la cara relajada, aturdida. Él también se
sentía un poco aturdido.
La hizo entrar, subieron las escaleras y entraron en el dormitorio, donde la
desnudó con cuidado y la metió en la cama.
Parecía frágil, tumbada allí, con la cara pálida contra las sábanas blancas, las