Literatura BDSM El Límite del Placer ( Eve Berlín ) | Page 11

—Pues quizá deberías. Dylan se estaba mosqueando. La línea entre la confianza y el engreimiento se estaba difuminando cada vez más. —Y quizá tú deberías leer algo de lo que escribo yo. —Ya lo he hecho. En cuanto Jennifer me habló de ti, compré un libro tuyo. —¿Y? —preguntó ella, desafiante. —Y creo que eres muy buena. Inteligente. Reflexiva. Desarrollas los personajes de una manera excelente. El aspecto romántico no eclipsa la historia, como suele pasar en otros escritores. Y sabes cómo escribir sobre sexo de un modo muy auténtico. Admiro la crudeza. —Vaya. —No era lo que esperaba que le dijera. Durante un momento se puso nerviosa. Otra vez—. Gracias. —Cuéntame algo de este último proyecto, ¿por qué necesitabas hablar conmigo? Esos ojos, increíblemente azules, no dejaban de mirarla. De repente le impresionó lo mucho que se parecían a los de Quinn; aunque los de este último eran inocentes de un modo que sabía que nunca podrían ser los de Alec. Seguro que los de este nunca lo habían sido, ni de pequeño. Pero eran del mismo tono turquesa que le recordaba el Caribe. Había sinceridad en su mirada, a pesar de su bravuconería. Tuvo que apartar la vista hasta donde sus dedos acariciaban la taza. Parecía tan pequeña en su mano, tan frágil. Era como si pudiera romperla con el más mínimo roce. Y esos dedos se deslizaban suavemente sobre la delicada superficie… Se obligó a apartar la vista de sus manos también y volver a mirarle a la cara. «Eso tampoco ayuda.» —Escribo sobre una pareja que explora el BDSM. Intercambio de poder, bondage, que es algo sobre lo que ya había escrito. Pero esta vez me gustaría ahondar un poco más en el tema. No sé, explorar quizás el juego del dolor. Y quiero darle autenticidad. No quiero hacerlo de otro modo. Desde un principio supe que tenía que investigar en profundidad y hablar con gente que hubiera experimentado estas cosas. Conocí a Jennifer en una página web de una comunidad de BDSM local y le escribí un correo electrónico para preguntarle si podríamos hablar. La entrevisté; fue muy amable, muy abierta conmigo. Pero como sumisa no se sentía lo suficientemente cualificada para darme una visión del