Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 99
dificultaba el habla. Inspiró hondo y lo soltó poco a poco—. No quería una relación,
Lucie. No busco nada de eso. El lío de Jake fue suficientemente gordo como para no
querer nada así en una buena temporada. Y Dante tampoco lo quiere, así que estamos
en la misma onda. O al menos lo estábamos. Pero de repente las cosas se están
poniendo… serias. No sé, quizá no ha pasado tan de repente. Esto ha ido creciendo
entre los dos. Le he estado conociendo poco a poco y es una persona estupenda. Es
muy noble y generoso. Es muy guapo. La verdad es que, para serte sincera, no le
encuentro ningún fallo.
—¿No crees que quizá sea por eso por lo que te echas la culpa? ¿Porque es
demasiado «perfecto», en busca de una palabra mejor? —preguntó su amiga—. Porque,
y que conste que no te lo digo por ser cruel, tienes tendencia a culparte siempre de
todo, Kara. Con lo que pasó con Jake y que nunca tuvieras la aprobación de tus padres.
En ambas situaciones no hiciste nada malo. Y lo que sientes ahora por Dante tampoco
es necesariamente malo.
—Sí lo es para mí —insistió ella—. No quería sentir nada por él. Ahora mismo no
necesito esto. Y no logro distinguir cuánta de esta vulnerabilidad la causan las cosas
que hacemos y cuánta es verdad.
—Mira, déjame que te cuente un poco lo que sé de este tipo de juegos. Hacen que te
abras. Pero te abren los ojos a la realidad, a la verdad que hay en tu interior. No te
hacen imaginar cosas que no estén ya ahí.
—Pero aunque todo sea verdad, Lucie, no lo quiero. —Las lágrimas amenazaban con
desbordarse y las reprimió—. No quiero sentir algo por otro hombre que al final me
rechazará también.
—Cariño, ¿por qué iba a rechazarte?
—Porque no quiere estar en una relación seria, como yo.
—Pero hay una parte de ti que sí la quiere —sugirió Lucie en voz baja.
—Sí. Joder. —Se apartó el pelo de la cara y suspiró—. Decirlo en voz alta no hace
más que empeorarlo.
—Creo que en algún momento tendrás que decidir qué es lo que quieres. Si quieres
una relación y Dante no, entonces tendrás que cortarlo por lo sano. No quiero ver cómo
te hacen daño otra vez.
—Ni yo.
—Pero —prosiguió Lucie— creo que es