Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 87

—Se pasó una mano por la barbilla y por la barba puntiaguda que le crecía. —Claro que importa. Las cosas que nos ocurren cuando crecemos nos convierten en quiénes somos, para bien o para mal. Y es evidente que te ha convertido en un hombre responsable. —Sí. Quizá. Continúo luchando por ser responsable pero conozco mis límites. Dante no estaba tan horrorizado por confesarse como debería estarlo. Algo tenía que ver el hecho de que estuviera hablando con Kara. Eso y la capa de oscuridad, que era como un manto protector. Como un refugio. Pero no estaba acostumbrado a eso. —Dante… —¿Qué ocurre? —Acabo de notar que te has puesto completamente tenso. —Oye, ese es mi trabajo —dijo él, tratando de bromear para quitarle hierro al asunto, aunque sonaba algo forzado. —No pretendo que te sinceres conmigo. No así. Pero… ¿qué más piensas? No quería contárselo. Pero iba a hacerlo. —Pienso en mis límites. En… esa novia que tuve en la facultad. —Algo he oído de eso —dijo Kara en un tono suave y bajo—. Que se mató en un accidente. —Fue culpa mía. —No lo entiendo. —Fue culpa mía —repitió Dante. Tenía la mandíbula tan tensa que le dolía. Pero estaba decidido a contarle el resto—. Tendría que haberla llevado a su casa esa noche. Había una fiesta y yo había estado estudiando… Cuando llegué, todo el mundo estaba borracho menos yo. Tendría que haberla llevado yo pero no quería irme. Dejé que la llevara una de sus amigas y las dos estaban más que un poco bebidas por culpa de la cerveza. Y se enfadó porque dijo que yo no quería pasar tiempo con ella. Era verdad, no quería. Prefería divertirme con mis amigos. —Dante, eras un joven universitario. En esa época todos éramos un poco inconscientes. Él suspiró. —Ahora sueno patético. —¿Más que yo? —dijo ella medio en broma, intentando animarle. Mientras él hablaba Kara pensó que quizás estaban profundizando demasiado. Aunque resultaba agradable, tumbada en su cama, con el alba iluminando el cielo de fuera con las cambiantes nubes en tonos negros y grises. Fue agradable hasta que ella empezó a pensar demasiado en ello. Hasta que esa abertura, esa sinceridad mutua, les dio demasiado miedo a los dos. Kara se lo notaba a él y notaba también su propio miedo como algo que le irritaba en el fondo de la garganta.