Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 78

vez más—. ¿Te gusta, Kara? Dime. Dios, ese tono autoritario. Sus manos encima de ella. —Sí. Sí. Dante encontró el duro botoncito de su clítoris y acarició el extremo con las puntas de los dedos. Las caderas de Kara se movían por propia voluntad, arqueándose con su contacto. —Ah, eso está bien, Kara. Dame tu necesidad. Entrégate a mí. Dante apretó su clítoris y el placer creció dentro de ella, haciéndola respirar entrecortadamente, con jadeos. Cuando empezó a masajear el clítoris entre sus dedos, apenas podía respirar. —Dante… Me voy a correr. —Todavía no. La azotó con la mano que tenía libre. Una palmada en el trasero y Kara tuvo que morderse el labio para no gritar. El fuerte escozor solo hizo que sintiera el límite del placer de una forma más intensa, acrecentándolo. —Aguanta, Kara. Aguanta. Podrás correrte cuando te lo diga —dijo él, con el deseo palpable en su voz. Entonces, la empezó a azotar de verdad con una serie de cachetes rápidos. Ni demasiado fuertes ni demasiado ruidosos. Pero el ritmo hizo que el escozor se hundiera más en su piel. Y todo ello sin dejar de estimularle el clítoris. Todo se fusionaba: la mano de Dante en su trasero, los dedos en su clítoris, el pequeño y pícaro riesgo de que les pillaran. Era un exceso de placer que apenas podía controlar. Pero no se iba a correr hasta que él se lo dijera. No, no lo haría, y eso era un placer diferente en sí mismo. La azotó más fuerte y el deseo se apoderó de ella de forma mareante. Se quedó quieta; era doloroso, exquisito. —Dante… —¿Estás preparada? —¡Dios, sí! —Venga, pues, Kara. ¡Córrete para mí! Dante le apretó el clítoris, frotando y frotando, mientras la otra mano la azotaba en las nalgas desnudas. Se unieron el placer y el dolor, se fundieron en una sensaci