Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 75

—Hola. Sí, aún estoy aquí —le respondió—. Estaba saliendo. —No lo hagas. —Mmm…. De acuerdo. ¿Trabajas hasta tarde? —Quizá me quede hasta tarde. ¿Queda todavía alguien por aquí? —Sí, algunas personas. —¿Ruby? —preguntó. —No, se fue hará cosa de una hora. ¿Por? —Porque quiero que vengas a mi despacho. —¿Ahora? —Sí, Kara, ahora. Su tono no dejaba margen a discusiones. Kara tampoco quería. Y ella comprendió que él no tenía intención de repasar casos con ella. Kara tragó saliva. —De acuerdo. Voy ahora mismo. Echó una ojeada al edificio. La puerta de Gary estaba abierta y lo vio dentro, hablando con su secretario judicial. Kara contuvo la respiración y volvió por el pasillo hasta el despacho de Dante. Y casi chocó con Theresa, que salía poniéndose el abrigo. —Kara, ¿trabajas hasta tarde? —Oh, no. Bueno, quizá. Solo… tengo que comprobar algo. —¿Quieres que te espere para el ascensor? —¿Cómo? No, no, gracias. No te quiero hacer esperar. Quizá tarde unos minutos. —De acuerdo. Nos vemos por la mañana. —Buenas noches. Kara entró en su despacho, contó hasta treinta, sacó la cabeza para asegurarse de que Theresa se hubiera ido. Se sentía como una niña merodeando tras las clases, lo que resultaba extrañamente excitante. Pero la causa de toda aquella excitación era Dante. «Dante.» Otra pequeña oleada de placer la invadió mientras cruzaba el pasillo hasta su puerta, la abría y se colaba hacia dentro, antes de cerrar la puerta tras ella sin hacer ruido. Dante estaba sentado tras el escritorio, terriblemente atractivo con ese traje negro, la camisa azul oscuro en contraste con el color castaño dorado de sus ojos. Una tímida sonrisa le iluminó la cara y le hizo un gesto con la cabeza. —Quítate la gabardina, Kara. Nada de saludos. Solo esa orden sencilla. Le encantaba. Kara se quitó la gabardina por los hombros y la dejó sobre el sofá de piel marrón apoyado contra una pared, con el bolso al lado. —Ven aquí —le dijo él con dulzura.