Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 61

correo electrónico. Lucie tenía razón. Lo superaría. Al fin y al cabo, ella tampoco deseaba nada más que disfrutar de un sexo fantástico. Era mejor estar con alguien a quien conocía, eso era todo. Era cómodo. Cómodo, no. Seguro. Pero eso no significaba que no se le disparara el pulso, que el corazón no se le desbocara por algo más que simple lujuria. «No. Solo es química, nada más. Dante simplemente… huele bien.» Hizo que no con la cabeza. Realmente, tenía que dejar de pensar en él así, y más ahora que eran compañeros de trabajo. Un compañero al que tendría que ver todos los días. Volvió a suspirar. Aquello no iba a ser fácil. Se volvió a concentrar en el monitor y su bandeja de entrada. Dos mensajes de clientes. Varios mensajes de abogados de su bufete con los que colaboraba en algunos casos. Había correos de Ruby recordándole que tenía que hacer algunas llamadas y tenía que apuntar nuevas citas en su calendario. Y uno de Dante, enviado unos minutos antes. Mierda. Se mordió el labio e hizo clic para abrirlo. ¿Quedamos para comer? Lo firmaba «D». Empezó a escribir que no era una buena idea que todo el bufete supiera que ya se conocían después de haberse comportado como si no se hubieran visto desde el instituto, añadiendo que, de todos modos, estaba segura de que los socios querrían almorzar con él para celebrar su primer día y que, seguramente, tampoco deberían almorzar juntos nunca. Entonces, apretó una tecla para borrar lo escrito y empezó de nuevo. Se limitó a escribir que no creía que fuera buena idea y que deberían hablar más tarde. ¿Demasiado corto? Pero Dante era un hombre; generalmente, preferían ir al grano, en lugar de tener una conversación larga, interminable. Y tampoco era que se fuera a sentir dolido. Kara estaba segura de que para él también había sido solo sexo. Sobre todo, tras lo que él le había contado sobre su estilo de vida pervertido. Seguramente Dante se sentiría aliviado por poder librarse de ella sin necesidad de tener «la charla» con una mujer llorona diciendo que las cosas no funcionaban. Sin darse cuenta, estaba frunciendo el ceño. No quería que él se sintiera aliviado. «Imposible.» No iba a pasar nada más entre ella y Dante. Era lo mejor. De todos modos, tarde o