Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 52
Cinco
Kara estaba sentada tras el escritorio de su despacho, sorbiendo el café extralargo
con doble de leche que aquella mañana había necesitado. Estaba cansada —agotada,
mejor dicho— y un poco dolorida después del fin de semana con Dante.
«Dante…»
Dios, ese hombre era insaciable. Ella también lo había sido. Apenas había salido de
la cama durante todo el fin de semana, o de la ducha, donde había practicado sexo,
como mínimo, cuatro veces. A Dante ciertamente le ponía el agua y a ella no le
importaba. A decir verdad, también le había encantado. Le había encantado el aroma
limpio del jabón, el aire vaporoso. Él le había enseñado a sintonizar con esa sensación,
y el agua sobre su piel era una sensación magnífica. Incluso la ducha que se había dado
aquella mañana después de que él la dejara en su casa había adquirido una sensualidad
completamente nueva.
Había sido un fin de semana increíble y cuando se despertaron a primera hora de la
mañana, ella deseó que no se acabara. Sin embargo, era lunes y había llegado el
momento de trabajar. De todos modos, tampoco podría concentrarse en nada. Le
faltaban horas de sueño, estaba exhausta y le dolían todas las partes sensibles. Y no
dejaba de pensar en Dante.
Él tampoco había estado preparado para que ella se fuera. Eso había quedado
bastante claro cuando la despertó a las cinco y media de la madrugada para hacer el
amor otra vez. Se había colado dentro de ella mientras ambos estaban adormitados,
medio dormidos, empujando las caderas hasta que ambos se corrieron, jadeando de
placer en medio del apacible aire matutino.
Daba igual las veces que lo hubieran hecho a lo largo de ese fin de semana, él seguía
empalmándose. Y algo tenía el sexo antes del alba, cuando ambos todavía estaban
medio dormidos, que a ella le encantaba. Dante estaba irresistible, despeinado y con la
barba de pocos días oscura y un poco rasposa. Le hacía parecer más masculino. Más
primitivo. Había algo prácticamente surrealista en todo aquello. Casi romántico.
«No pienses en ello.»
Sorbió el café y dejó que el calor la relajara un poquito. No era precisamente una
chica romántica. Lo poco que tenía se lo había cargado Jake. Le daba lo mismo lo
bueno que fuera el sexo con Dante; tenía que recordar que no era más que eso: sexo.
El sexo más excitante e intenso que jamás había tenido, pero, aun así, sexo y nada
más.
Ya le parecía bien. Solo una conexión química intensa. Sin ataduras. Hacía tanto
tiempo que se conocían que también se sentía cómoda, aunque no hubieran estado en
contacto durante muchos años. Le conocía lo suficiente para no sentirse como si
hubiera estado acostándose con un perfecto desconocido. Amistoso pero informal, nada