Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 40
Cuatro
Dante abrió los ojos y miró el reloj de la mesita de noche. Habían dormido un rato.
Era primera hora de la tarde. Y estaba muerto de hambre.
—Kara.
No se movió.
Miró cómo dormía, tal y como había hecho antes. ¿Por qué se sentía tan fascinado
por esa mujer?
Era preciosa. Le gustaba ese cuerpo esbelto y tonificado y esas piernas
interminables. La curva perfecta de su trasero. Su piel pálida y lisa.
Adoraba su pelo largo y sedoso, la forma como la luz hacía que pareciera tejido con
oro y bronce.
Joder, de repente se había convertido en poeta. ¿Qué diablos le pasaba?
Se acarició pensativo la barba de pocos días. O no, quizá lo que intentaba era no
pensar. Necesitaba apagar el cerebro y disfrutar de la presencia de Kara. En su casa.
En su cama. Era sábado. Quizá podía quedarse con ella todo el fin de semana.
Volvérsela a follar. Azotarla… quizá más.
Se le empinó la polla, pero tenía demasiada hambre para ceder. Primero, la comida.
Luego, el sexo. Si ella tenía ganas.
Se las haría venir.
—Kara, hola. —Le tocó la mejilla y ella parpadeó antes de volver a cerrar los ojos
—. Hora de despertarse.
—Mmm, ¿qué?
Ella levantó la mirada hacia él, con esos ojos avellana todavía medio cerrados. Así
de dormida era realmente dulce. Vulnerable. Tan vulnerable como cuando la azotaba.
—Necesito comer. Has agotado todas mis reservas —le dijo él en tono de broma.
—Estoy segura de que tú has agotado gran parte de ellas.
—Bostezó, estiró los brazos por encima de la cabeza, con la sábana cayendo de sus
pechos magníficos. Dante no pudo evitar mirar cómo se le endurecían y oscurecían los
pezones.
«Comida.»
—Sea como sea, estoy a punto de desmayarme —dijo—. Levántate.
La hizo rodar hacia un lado y le dio una palmada en el culo, y Kara se echó a reír.
—Si vamos a algún sitio, me iría bie