Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 175

—No te culpo por estar tan cabreada conmigo ahora. No debería haber hablado contigo en el trabajo. Y creo que sé por qué te fuiste de casa el domingo. Creo que lo sé pero necesito oírlo de tu boca. —Dio un paso hacia ella—. La verdad es que no me fío de mí mismo cuando se trata de ti. Tengo la cabeza hecha un puto lío, no me funciona ni el instinto, así que muy posiblemente me estoy volviendo loco. No pudo evitar ponerle a prueba. Todavía tenía bastante rabia dentro. —¿Por qué crees que me fui, Dante? —Porque no he… no me he sincerado contigo. No como te he pedido que tú hicieras conmigo. Y no es justo. No he sido sincero contigo y lo siento. —Has sido completamente sincero conmigo. Hizo un gesto negativo con la cabeza. —No lo he sido. Era cierto. No le había dado la pieza esencial del rompecabezas que era su relación. Una relación construida sobre los secretos que se habían ocultado mutuamente, además de las cosas que se habían revelado. Si ella tenía que ser justa respecto a eso, tenía que contarle la única verdad que se había guardado. —Dante… —Ella le miró y le aguantó la mirada cuando estas se encontraron. A él le brillaban los ojos marrones y dorados que había acabado amando. Le encantaban tantas cosas de él… Había llegado el momento de hacérselo saber, de ser sincera y contarle la verdad. Recordar lo que sentía por él hizo que se ablandara, que se enterneciera mientras la rabia se deshacía, junto con el miedo. Las cosas ya estaban tan rotas entre ellos que quizá no tuviera nada que perder. —Dante, lo único que te he estado ocultando es… que te quiero. —Se encogió de hombros en un gesto lleno de impotencia—. Es cierto. Te quiero. Vio la sorpresa en sus ojos. Se le llenó el corazón de miedo. ¿Había sido eso un error? —Joder, Kara. —Y, Dante, hay más —dijo ella, comprendiendo solo entonces por la expresión completamente rota en su cara que era verdad—. Tú también me quieres. —Kara temblaba tan fuerte que las piernas casi no podían sostenerla, sin embargo, se acercó más a él hasta que solo les separaron unos pocos centímetros. Estaba lo bastante cerca para notar su aliento. Esperó a que él respondiera. Al ver que no lo hacía, lo volvió a intentar apretando los dientes. —Me quieres, maldita sea. Lo puedo ver. Lo puedo notar. Y yo te quiero, muy a pesar de todo, así que sé cómo te sientes. Pero yo pongo las cartas encima de la mesa. Me la estoy jugando, lo que es algo enorme para mí porque he amado antes a otras personas y he perdido. Me han rechazado: mis propios padres, mi ex. Y he odiado lo