Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 131

—Pues sí. De hecho me muero de hambre. —Perfecto. Está bien. Pues vamos a tomar algo. —¿Dante? —¿Qué pasa? —Ha sido… maravilloso. Él se apartó un poco para mirarla. Una ligera sonrisa se asomaba a su rostro y le brillaban los ojos. —Lo ha sido, sí —contestó él. Alargó la mano y le apartó el pelo de las mejillas. Su piel era increíblemente suave, como el satén. La extraña sacudida del corazón se intensificó un poco más. Kara se estremeció. La trataba con mucha ternura. Seguía acariciándole la mejilla con las yemas de los dedos y ella estaba obnubilada por su roce… y por él. Hasta dentro de los límites de otra experiencia sexual perversa, había algo nuevo, distinto. Él estaba cambiado. Era como si hubieran alcanzado otro nivel, aunque no sabría decir exactamente cuál era. En su cuerpo y en su cabeza seguía notando ese zumbido del clímax; sabía que seguía sumida en el subespacio. Le resultaba difícil pensar o concentrarse en algo. Pero le pidió que salieran a cenar y le pareció que era una cita de verdad. Bueno, al menos para ellos. Quizá los demás no empezaban una cita con sexo oral en la mesa, seguido de un buen polvo en el asiento delantero de un coche. No obstante, Dante era un hombre poco corriente. Y empezaba a aceptar que ella también era una mujer fuera de lo común. Le gustaba esa idea. Se bajó de su regazo, se sentó sobre el suave cuero del asiento del acompañante y ambos se recompusieron un poco. —¿Te gusta la comida tailandesa? —preguntó él. —Sí, claro. Pero, oye, ¿no ibas a quedar con Alec esta noche? —¡Mierda! Es verdad. Espera, le enviaré un mensaje. Solo íbamos a ver una película. No le importará que lo anule. Eso también había cambiado: que Dante anulara sus planes para estar con ella. Y eso hacía que fuera más consciente de que ahora las cosas eran diferentes. Era imposible que eso hubiera cambiado mientras hacían el amor. No era más que sexo. ¿Qué le pasaba a Dante? Él acabó de teclear el mensaje, encendió el motor y salió del aparcamiento. Wild Ginger no estaba lejos y llegaron al cabo de poco tiempo. Una vez allí les llevaron hasta el fondo del restaurante. A Kara le sorprendió que él se sentara a su lado y no enfrente. Tal vez quisiera hacerlo como en aquel italiano. Se le aceleró el corazón. A ver, no pasaba nada, pero eso no parecía importante ahora.