Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 125
Doce
Dante miró el reloj por décima vez en lo que iba de hora. Seis menos cinco. Unos
minutos más y Kara estaría con él.
Había dejado de cuestionarse el anhelo que sentía por ella. Había pactado consigo
mismo que no hacía falta que lo entendiera para disfrutarlo. Muy en el fondo era
consciente de que estaba evitando algo. Simplemente optó por no analizarlo con
detenimiento.
Y Kara era una mujer sorprendente. ¿Por qué no debería disfrutarla? Era
increíblemente atractiva. Tan inteligente como él, tal vez más, algo que no solía
encontrar. Y el sexo… La perversión y el juego de poder estaban siempre ahí. Incluso
cuando simplemente hacían el amor, sin todos los extras, la dinámica estaba presente.
Claro que quizás eso sería siempre así por ser él quien era y cómo había sido casi
toda su vida adulta. Pero en parte también era por Kara y por la manera como
respondía. Sus ganas de liberación eean muy fuertes y eso le encantaba. Sin embargo,
no era algo tan importante para él como solía serlo.
Kara tenía razón cuando le acusó de usar los juegos sexuales para mantener a las
personas a cierta distancia. Tenía que reconocerlo. Podía admitir, incluso, que seguía
haciéndolo con ella hasta cierto punto. Pero había conseguido penetrar entre las
rendijas de su armadura y llegar a su corazón. Había demasiadas cosas buenas entre
ambos. El sexo y la conversación, por ejemplo. Podía pasarse horas hablando con ella.
A menudo lo hacían y permanecían despiertos de madrugada después de hacer el amor.
O en una perezosa mañana de domingo. A veces simplemente se hacían compañía, sin
hablar, el uno al lado del otro; algo que aún era más raro.
Daba miedo si lo pensaba, de modo que no solía pensar. No mucho, al menos. Pero
ahora mismo, mientras esperaba a que entrara por la puerta, no pudo evitarlo.
Llegaría en cualquier momento. Sintió una punzada de nerviosismo. Era una
expectativa que iba más allá de su pene cada vez más erecto. La idea de hacer que se
inclinara encima de su mesa.
«Céntrate en el sexo, en el juego de poder.»
Se pasó la mano por la mandíbula y se frotó distraídamente la barba que solía
aparecer al final del día. Necesitaba esa sensación que le hiciera volver a la Tierra.
«Estoy perdiendo la cabeza.»
«La pierdo por una mujer.» Por Kara. Algunos días le costaba más mantenerse a
raya.
Llamaron a la puerta y al poco entró ella. Estaba preciosa con una de las faldas
ajustadas que llevaba y que le sentaban como un guante. La pieza era de una delicada
lana roja. Le gustaba que no fuera básica y negra, o de tonos neutros como solía llevar
la gente en las oficinas. Las que ella solía llevar. Era como si supiera que iba a