Literatura BDSM El Límite del Deseo (Eve Berlín) | Page 100

era algo sexual; no era una cita en sí. No fue romántico. —Se quedó callada, recordando las cosas que le había dicho y la manera en que la miraba. Suspiró—. Aunque al final sí lo fue, al menos para mí, en algunos momentos. Mierda, no sé, creo que no hago más que ir en círculos. Lucie se inclinó hacia delante y le cogió la mano. —Si sientes algo por él, si hay alguna posibilidad de que la cosa funcione, date esa oportunidad. Pero dale algo más de tiempo. Yo no puedo ayudarte a tomar esta decisión, pero parece que hay algo ahí que debes explorar. No estoy convencida de que no te vea más allá de los jueguecitos. Sería tonto si no lo hiciera. —Gracias, Lucie. —Kara le apretó la mano y se la soltó—. Gracias por escucharme. Necesito tomar una decisión. Y tenía que ser pronto. Tenían que ir al Pleasure Dome dentro de unos días y tenía la sensación de que el juego se volvería más serio. Eso significaba que sus sentimientos también corrían el riesgo de volverse más serios. Quería ir al club. Quería experimentar eso con Dante; de eso no cabía la menor duda. La cuestión era si lograría mantener las emociones bajo control. Eso no le había supuesto nunca un problema. Lo de Jack había sucedido porque había decidido abrirle el corazón, aunque ella no se lo hubiera abierto nunca en verdad. Había sido un error, sí, pero lo había cometido conscientemente. Seguir viendo a Dante, arriesgar así su corazón, ¿valdría la pena al final? No lo sabía. Pero había llegado ya demasiado lejos para aceptar que no podía alejarse de él por muy asustada que estuviera. Seguiría viéndole. Iría al Pleasure Dome con él. No obstante sabía que con él lo estaba arriesgando todo. Dante caminaba delante de la larga hilera de ventanales en su sala de estar con la mirada fija en el oscuro cielo nocturno. Por una vez no llovía y las estrellas brillaban como puntitos de luz recortados en un fondo de terciopelo negro. Esperaba a que Kara llegara para estrenar la noche en el Pleasure Dome. Le había dicho que cogiera un taxi para ir a su casa. Estaba a punto de llegar y él casi no podía esperar más. Era algo más que la simple excitación que traía consigo la promesa de una noche en el club. Notaba un nudo en el estómago. Necesitaba tocarla y estar con ella. «Para ya. Tranquilízate, colega.» No quería pensar en ella de ese modo. De hecho, no quería pensar en ninguna mujer en esos términos. Con esa necesidad tan primaria. Siempre había conseguido mantener una cómoda distancia con las mujeres con las que salía. Lo hacía conscientemente, por elección propia. Tenía sus motivos y era consciente de ellos. Pero con Kara, cada vez tenía menos elección. Estaba perdiendo el control. Aún le resultaba difícil de creer y aún más de aceptar.