Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 91

pero tenía que intentarlo. Tenía que alejarse de él… o de sí misma. La cabeza le daba vueltas y su cuerpo seguía sumido en esa mezcla de sensaciones. No tenía ni idea de qué le estaba pasando. —Mischa, dime algo. —No. Ella apretó la mandíbula, pero no sirvió de nada. Las putas lágrimas resbalaban por sus mejillas y no podía contenerlas. Trató de zafarse otra vez, pero Connor le cogió las muñecas. —Mírame. Nunca le había oído ese tono tan serio. Quiso fundirse. Quiso resistirse aún más. Él añadió en voz baja: —Venga, Mischa. Mírame. Hazlo. Ella levantó la vista, dispuesta a discutir, pero no pudo hacer otra cosa que sollozar. Él agachó la cabeza para mirarla al mismo nivel. —Estás tocando fondo. No es más que eso. Estarás bien, ya verás. Pero antes tienes que dejar de pelear… conmigo. Y con lo que sea que estás sintiendo. —Es que no sé qué es. No entiendo una mierda. No sé… —repitió—. No sé cómo abordar esto. —Yo te ayudaré. —No quiero tu ayuda; quiero que me sueltes. Sabía que se estaba comportando como una niñata, pero no podía evitarlo. Se sentía completamente fuera de control. Estaba muy asustada. Él repitió con dulzura: —Venga, cielo. Sabes que no pienso hacerlo hasta que te sientas mejor. —¿Porque es tu función como dominante? ¡No soy responsabilidad de nadie! No lo he sido nunca. —La rabia le corría por las venas. Sabía que él no merecía todo esto, pero era como si no pudiera detenerse—. No soy… la nada de nadie. No te pertenezco, Connor. —Nunca he dicho tal cosa —repuso él en un tono apagado al tiempo que se le ensombrecía el rostro. ¿Qué significaba eso? Ahora mismo no lograba descifrarlo. —Pero sí es mi responsabilidad cuidar de ti cuando estamos juntos —prosiguió él—. Y eso pienso hacer, lo quieras o no. Esto es algo que no voy a negociar. Mischa volvió a sentir rabia, pero con esas palabras él logró que le prestara más atención, que era lo que pretendía, claro. —No pienso irme a ningún sitio mientras estés así —le dijo—. No pienso dejar que pases por esto sola, ¿me entiendes? Mira, te prepararé la bañera y te darás un baño. Harás exactamente lo que yo te diga. Sé que no quieres. Le salió otro sollozo que no pudo evitar antes de contestar, terca: —No quiero. —Pero lo harás. Él no se movió ni un centímetro, aferrándose a sus hombros con unos dedos que se le hincaban en la piel. Pero ese roce, la fuerza de su tono, la hacía sentir mejor. Más segura. —Connor… Estoy… estoy muy enfadada. Yo no soy así de emocional, joder. No soy así. Se secó las lágrimas con ambos puños; con los dedos apretados tan fuerte que se clavaba las uñas en la palma. —Porque nunca te lo han permitido —repuso él en voz baja.