Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 73

—Sí. —Se quedó mudo y ella estaba a punto de cambiar de tema, pero Connor tomó aire y continuó —: Tenía veinte años. En ese momento, me pareció una buena idea, lo cual es una burda excusa para joderle la vida a alguien. Quería huir de Irlanda. Lo cual es una excusa todavía peor. —¿De qué tenías que huir? Connor la miró, con las pupilas oscuras, líquidas, mientras juntaba las cejas. —De mi padre. No era un hombre bueno. Este tatuaje de aquí me sirve para recordar que no quiero ser como él —explicó mientras se sentaba y estiraba el antebrazo izquierdo. —¿Qué dice? —Cha tèid sam bith san dòrn dùinte. En gaélico significa: «Nada puede entrar en un puño cerrado». Connor sacudió la cabeza, intentando descartar la razón por la que se había hecho el tatuaje. Recuerdos de su padre volviendo a casa borracho. Eso había ocurrido prácticamente todas las malditas noches. Y cuando ese hombre estaba borracho, era duro con su madre. Con él. Había sido un hombre duro cuando estaba sobrio. Pero había apreciado a las chicas. Connor jamás se habría ido si no fuera así. No había sido tan egoísta, ni siquiera a los veinte. Aunque un poco sí. Había dejado a su madre sola con el viejo, ¿no? Y, en el proceso, había utilizado a Ginny, casándose con una mujer a la que jamás había amado de verdad, lo cual hacía las cosas peores. «No pienses en ello.» No ahora, con esa mujer en la cama, tan atractiva con el pelo alborotado, con esa piel pálida brillando bajo la luz matinal. —¿Tiene eso algo que ver con la cicatriz que tienes debajo del ojo? —Sí. Una pelea en un bar cuando tenía dieciocho años, como todo buen mozo irlandés. —Intentaba no hablar con amargura, pero al ver que Mischa arrugaba un poco el ceño comprendió que no la habría podido engañar. —No tienes que decir nada más —le dijo Mischa. Connor le sonrió. —Esta mañana hemos desnudado el alma, ¿no te parece? Ella le devolvió la sonrisa. Una sonrisa preciosa y radiante. —Ciertamente. —Quizá sea suficiente por un día, pues. ¿Qué te parecería una ducha larga y caliente? —Por supuesto, necesito una. Y, francamente, tú también. —¡Ah! Todo un detalle que me digas eso. Ven aquí, zorra malvada. Connor la agarró y la hizo rodar hasta su lado, antes de pasarle la mano por la cintura y levantarla de la cama para cargarla hacia el lavabo. —¡Connor! ¡Bájame! —Ni lo sueñes. Tú eres quien pide a gritos una ducha. Ella forcejeó, pero él la sostenía con fuerza. Y no quería admitir lo bien que eso lo hacía sentir, tener sus brazos alrededor de su dulce piel. Su piel desnuda. «Sí, concéntrate en eso.» Eso era bastante sencillo, concentrarse en esa chica preciosa que se retorcía. Entró en el lavabo, estiró el brazo sin soltarla para hacer correr el agua. Connor notó que el cuerpo de Mischa se relajaba, que aceptaba que la agarrara. Se entregaba a él. No importaba si era porque su fuerza brutal no le dejaba otra opción o si se entregaba a él por otro motivo. Le gustaba que lo hiciera. Se le estaba poniendo dura. Tampoco es que fuera una sorpresa. Ella le provocaba eso, así de fácil.