Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 61

Seis Lo oyó —lo notó— retrocediendo, alejándose de ella, entonces se hizo una pausa en la que ella aspiró hondo y contuvo la respiración. Esperó, con la carne viva, como si cada terminación nerviosa estuviera en alerta máxima. Soltó la respiración y volvió a aspirar. Y otra vez, esperó mientras la música tocaba una cadencia sensual a su alrededor. Tras la música, se oían resonancias de otra gente: voces hablando en tonos bajos, suspiros, gemidos de dolor y de placer. Los sonidos que eran propios de ese tipo de lugar: el silbido suave de cuerdas moviéndose, el sonido de metal sobre metal, el bofetón del cuero sobre la carne. Aun así, Mischa esperaba que ocurriera algo. Soltó la respiración y dejó de pensar tanto en ello. Hizo un esfuerzo consciente para reducir el ritmo frenético de su latido. Para calmar los nervios. Para bloquear los sonidos del club y mirar en su interior. El cuerpo le brillaba con un calor bajo y constante de deseo, un tamborileo de anticipación tan fuerte que parecía hacer correr electricidad por sus venas. Una consciencia aguda de Connor detrás de ella, como si fuera una parte de su cuerpo, como si saber que él estaba allí le impidiera alejarse, lejos de esa exploración interior. Se sentía preciosa. Excitada hasta un grado prácticamente ridículo. Perdida en la necesidad. Soltó la respiración siguiente con un largo suspiro. Y antes de que se hubieran vaciado sus pulmones, se oyó un fuerte chasquido en el aire y una picazón todavía más fuerte en su nalga izquierda. —¡Oh! Notó inmediatamente a Connor moviéndose para poner su gran palma sobre la picazón. Connor no dijo nada y se limitó a recular al cabo de unos segundos y la volvió a pegar. Esta vez la pilló menos desprevenida. Pudo sumir más su cuerpo en esa sensación. Una fusta pequeña, pensó ella, al notar el peso ligero en su carne. Él la volvió a pegar, esta vez un poco más fuerte y, por algún motivo, la hizo sonreír. «Oh, ahora es cuando nos metemos de lleno en ello.» Era lo que ella quería. «Necesitaba.» Otro chirrido punzante y otro más. Él iba ganando velocidad, trabajando en un patrón zigzagueante sobre sus nalgas y muslos. Con cada caricia crecía el placer, como si estuviera incrustado en la propia sensación de escozor. Ella se retorcía ligeramente, lo justo para absorber el impacto, para soportar las olas de placer. Connor empezó a pegarle más fuerte. Cada vez más fuerte, hasta que ella se quedó sin aliento. Finalmente, un golpe realmente fuerte con la punta de cuero de la fusta y ella gritó. Connor puso enseguida los brazos alrededor de su cintura, su cuerpo enorme apretándola desde atrás. Llevó las manos hasta los pechos de ella