Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 29

Tres La luz de la luna se filtraba tímidamente por las finas cortinas de papel de arroz, pero era suficiente para distinguir la silueta de Mischa recortada bajo el edredón. Mientras dormía, se le había bajado por los hombros, dejando al descubierto la curva de uno de sus pechos. Miró el reloj; eran poco más de las dos, lo que significaba que no llevaban mucho tiempo durmiendo. Sin embargo, le daba la impresión de que llevaban horas porque estaba medio grogui. O tal vez fuera la suavidad de su cuerpo que le aturdía y le hacía perder la razón. De hecho, ya la había perdido. Había soñado con ella. Se acababan de conocer y estaba soñando con ella, ¡por el amor de Dios! Ni siquiera podía dejar de mirarla en ese instante. Se preguntaba… ¿qué? Si se quedaría en su cama toda la mañana, eso seguro. Si tal vez querría darse una ducha caliente con él. Poder enjabonarla y palpar su exuberante cuerpo, resbaladizo por el jabón. Puede que follársela otra vez dentro de la ducha. Mejor aún, que se inclinara encima de la gran mesa de cristal del comedor y darle unos buenos azotes. Los que no podía darle hasta que llevaran a cabo las negociaciones. Antes estaba demasiado obnubilado por ella para hablar. Tenía que poseerla lo antes posible. Apenas había podido aguantarse para hacer que se corriera unas cuantas veces, aunque era lo que quería. Le encantaba ver cómo una mujer llegaba al orgasmo. Ver a Mischa hacerlo… Suspiró al recordar los sonidos que hacía; su respiración cálida y entrecortada, su sexo apretándole. ¿Cuándo fue la última vez que una mujer le había hecho cuestionarse su sentido del control del mismo modo que ella? El control era demasiado necesario para su papel de dominante y para su vida como para cuestionárselo. Se frotó la barbilla. Esta mujer era distinta. Lo había comprendido al momento. La manera en que le hacía fluir la sangre en las venas con solo mirarla y hablar con ella. Era increíble. Y ahora, viéndola en su cama con la piel bañada en la luz de la luna… Joder, se estaba volviendo romanticón de repente. Pero no era el romance lo que le aceleraba el pulso y le excitaba. Era el olor a sexo suspendido en el fresco aire de la noche. El aroma a mujer que yacía a su lado. El calor de su cuerpo entre las sábanas. Bajó un poco las sábanas para verla mejor. Ella suspiró, aún dormida, y se dio la vuelta. Joder, no había visto nunca unos pechos más perfectos. Eran voluminosos y sus grandes pezones cada vez estaban más duros, seguramente por el aire frío. Eran muy tentadores. Se notó el pulso en el pene. «Necesito tocarla…» Se le acercó y le susurró al oído: —Vamos, Mischa, despierta. —¿Mmm? —Despierta, cielo. Necesito hacerlo contigo otra vez. —Ah, Connor. Ella fue hacia él, todavía medio dormida y con los ojos cerrados. Esbozó una sonrisa mientras con una mano le cogía la nuca y lo acercaba hacia sí. A él no le hizo falta que se lo dijera dos veces. Se subió encima de ella, con los pechos contra su torso. Estaba separando las piernas también y él ya la tenía dura como una piedra por ella. Alargó la mano en busca de un preservativo, se levantó un poco para ponérselo y la penetró. Estaba caliente y sedosa… lo notaba a través del látex. Y estaba tan, tan tersa. Rodeó su cintura con las piernas, le puso los brazos alrededor del cuello y las manos en el pelo. Él empezó a moverse,