Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 27

y esta vez bajó hacia ella. Mischa estaba completamente invadida por su cuerpo enorme, empequeñecida, una vez más, aunque eso la hacía sentir increíblemente femenina. Él apoyaba los codos en la cama, con ambos antebrazos musculados a cada lado de su cabeza. —Separa más las piernas —le dijo—. Así, muy bien. Ella notó sus muslos a cada lado de los suyos. Entonces él acomodó las caderas y percibió el primer roce erótico de la punta de su pene en la entrada del sexo. Si no estaba ya antes lo bastante mojada, ahora estaba empapada. Inspiró hondo y esperó. Connor dijo en voz baja y entrecortada: —Quiero follarte por el culo, Mischa. Ahora no, pero luego sí. ¿Te gustaría? Ella se estremeció del deseo. —Sí. Sí. —Qué buena eres. Veamos cómo de bueno es tu coño. Le rodeó las caderas con un brazo y las subió para levantarle el trasero de la cama. La sujetaba como si no pesara nada, pero con tanta fuerza que podía notarle los firmes abdominales en las nalgas. Él se inclinó y le introdujo la punta del enorme pene. —Oh… Ella tuvo que respirar hondo y relajarse al sentir su grueso contorno y al contemplar la idea de cómo sería sentir su pene muy adentro. —Estás muy caliente y muy mojada —murmuró—. Lo haré despacio hasta que sepa si puedes acogerlo bien. Entró un par de centímetros y su vagina empezó a estirarse; tenía un miembro enorme. La besó en la nuca. —¿Estás bien? —Oh, sí. Movió un poco las caderas y la penetró más, infundiéndole de placer en el sexo y en el vientre. La sacó un poco y volvió a entrar, esta vez hasta el fondo. —Inspira hondo —le obligó, y ella obedeció. La penetró con fuerza, cortándole la respiración. —Ah, joder… —Lo sé, cariño, pero tú puedes. Estás algo tensa pero muy, muy mojada; lo noto. Noto tu coño alrededor, sujetándome bien el pene. Venga, respira. Tranquilízate un poco; puedes hacerlo. Ella hizo lo que le pidió y respiró hondo. Dejó que su cuerpo se relejara alrededor de su gigantesco miembro. Él lo sacó un poco y volvió a penetrarla fuerte. Mischa notaba incluso hasta la suave piel de sus testículos. Y encima, su firme torso en contacto con la espalda. Empezó a embestirla rítmicamente. El placer era cada vez mayor y la hacía arquear la espalda para levantar el trasero y recibir mejor sus acometidas. Él la besaba en el cuello y la mordía con los labios. Su cuerpo cedía y se relajaba; su sexo se adaptaba a su tamaño a medida que aumentaba el deseo, embargándola. Su olor la envolvía; ese olor a tierra y a noche lluviosa. Ella inspiró con fuerza para aspirar el placer y el dolor de este hombre enorme con quien estaba follando. Separó aún más las piernas; necesitaba más. Él soltó una leve carcajada. —Eres perfecta, cariño —susurró mientras empujaba más fuerte con las caderas—. Venga. Resiste. Entonces empezó a marcar un ritmo rápido, hundiéndose en ella con ímpetu. El placer era muy agudo y aumentaba con cada embestida de sus caderas. —Me voy a correr otra vez —dijo ella con la voz entrecortada. —Sí, córrete, cielo. Córrete ya. El placer llegó a lo más alto, llevándola a ella mucho, mucho más lejos hasta que estalló en su