Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 174

—¿Te refieres a tu madre? Porque, por todo lo que me has contado, me parece que eres mucho más fuerte que ella. Ya has conseguido muchas cosas en la vida. No veo cómo yo —ni nadie—podría hacer que renunciaras a eso. —Pues así parece. Sé que soy más fuerte de lo que Evie fue jamás. Pero también estoy segura de que hay algún fallo fatal oculto. Que hay algún desastre inevitable oculto. Y, sinceramente, Connor, hacerme lo bastante vulnerable para estar en una relación con alguien que… Bien, tú eres tan controlador como yo. Igual de cerrado. Estoy segura de que tienes tus motivos y has compartido algunos conmigo. Pero no has compartido lo bastante. Y, en mi mundo, los hombres siempre acaban yéndose. Mi padre, el padre de Raine, todos los hombres de quienes mi madre se ha enamorado, y te aseguro que ha habido más que un puñado. La única razón por la que no me han dejado es porque me he protegido de eso. Jamás me he implicado lo bastante para que ello sucediera. ¿Cómo sé que no te irás? —¿Cómo sé yo que tú no lo harás? Él estiró el brazo para cogerla, pero ella hizo un gesto con la cabeza, disuadiéndolo. —¿Cómo lo sabes, Connor? Él parpadeó, como si tardara un momento en comprender qué le preguntaba. Mischa contuvo la respiración mientras esperaba su respuesta. Connor batió esos párpados largos y oscuros durante un segundo, soltó un suspiro antes de levantar la mirada y volverse a centrar en ella. —Lo admito, es algo contra lo que he luchado. Pero deja que te cuente algo. Solo serán unos minutos. ¿Me escucharás? Ella asintió, con las entrañas completamente tensas. —Jamás te he contado por qué me divorcié, ¿verdad? No es algo que cuente a menudo a la gente. Alec lo sabe. Quizá nadie más. Y quizá el hecho de que ahora te lo cuente solo empeorará las cosas, pero tengo que decirlo para llegar al punto siguiente. Así pues…. el divorcio lo pidió Ginny. —Se detuvo y aspiró hondo, se frotó la barbilla—. Y no la culpo. En gran parte, se largó por mi carácter. El carácter que heredé del gilipollas de mi padre. Tampoco lo culpo de todo. Porque, una vez que nos convertimos en adultos, somos capaces de escoger, ¿verdad? Y yo escogí dejarme llevar por mi carácter hasta que Ginny se marchó. Jamás le pegué. Pero sí que golpeé la pared unas cuantas veces. Se detuvo, esperando su reacción. —Jamás he visto que perdieras el control, Connor. No así. Es evidente que lo controlas. ¿Por qué le estaba contando aquello? No era aquello de lo que necesitaban hablar. —Llegar hasta aquí ha sido un camino muy largo —reconoció—. Siempre pensé que su carácter formaba parte de mí, al igual que lo hacen los genes: su pelo oscuro. Su altura. He sido muy cuidadoso, siempre pensando en ello. Ahora te lo cuento para que entiendas por qué necesito controlarlo todo. Y esa necesidad, lógicamente, va mucho más allá de la dinámica del BDSM. —¿Crees que no lo sé? —preguntó ella mientras se levantaba para pasearse por el suelo brillante—. Tú crees que eso te mantiene seguro, cuando lo que en realidad hace es reprimirte. Y, aunque veo los mismos problemas de control en mí, todavía me cabrea ver cómo jamás te sueltas. Que no puedes abrirte. Me da mucho miedo, joder, siquiera el hecho de plantearme tener una relación contigo cuando ambos estamos tan… dañados. —Lo sé. De verdad. Por favor, siéntate, Mischa —dijo sin alterarse. Mischa lo miró, queriéndose rebelar, pero volvió a sentarse en el banco, con los brazos cruzados delante del pecho. —Lo que intento decirte es que, para mí, las cosas han cambiado. En algún momento, hubo un