Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 16

sus exuberantes labios rojos y centrarla en sus brillantes ojos azules. —La comida que sirven aquí es siempre magnífica. Deberías probar el satay. Prueba del mío si quieres. Cogió un trocito tierno de pollo asado, lo mojó en la salsa de cacahuete y se lo acercó a los labios. Ella esbozó una sonrisa cargada de promesa sensual antes de separar esos hermosos labios y aceptar la comida. La mujer sabía exactamente el poder que ejercía sobre los hombres. Él no era inmune, de eso estaba muy seguro. Pero también estaba seguro de que conseguiría tener el control sobre ella. Solo tenía que esperar a tenerla a solas. A juzgar por su comportamiento juguetón, eso no le supondría ningún problema. La única pregunta era cuándo. —Mmm, está delicioso. Se relamió los labios y él notó una punzada en la entrepierna. —Igual que tú, si no te importa que te lo diga. —¿Cómo me va a importar? Ella sonrió y él volvió a sentir esa oleada de deseo que lo embargaba cada vez que le sonreía, cada vez que le hablaba. La pasión le corría por las venas, desbocada. Se inclinó un poco más hacia ella y le dijo en un hilo de voz: —Entonces tal vez no te importe que te invite. —¿Invitarme a qué? —A tener esa conversación de la que te hablaba antes. —¿Te refieres a las negociaciones? Ah, seguía flirteando con él. Estaban jugando a un juego la mar de interesante, pero ambos sabían más o menos cómo terminaría. —Sí, y después de eso… —Después de eso, ¿qué? —preguntó ella. La mirada que se asomó a su bello rostro era de puro sexo. Ambos sabían la respuesta. Y los dos conocían la emoción que suponía mantener esta conversación delante de los demás, cuyas voces formaban una íntima burbuja a su alrededor. «Sí, esta chica es puro sexo.» —Después de eso, dependerá de cómo vayan las negociaciones y cómo respondas a mis preguntas. —¿Y si yo tengo preguntas para ti? —Bueno, eso es parte del tema, ¿no? —La acarició distraídamente con el meñique y notó cómo se le encendían las mejillas y su escote también se tornaba de un tono rosáceo. Por eso lo había hecho precisamente, para obtener esa respuesta—. El juego de poder es dar y tomar, independientemente de lo que puedan pensar los menos versados en estas lides. Es un intercambio de poder. Funciona en ambas direcciones, salvo que yo seré el que esté al mando. Ella parpadeó, azorada, y las mejillas se le oscurecieron en un precioso tono rosa. —Ah, vas a rebatirme eso, ¿verdad? Creo que no, querida. ¿Te apuntas o no? Ella se quedó callada un momento y luego dijo con la respiración entrecortada: —Sí. ¡Qué ganas! No veía el momento de sacarla de aquí. —Mischa, ¿seguro que no te importa que te lleve Connor? No me imaginé que el coche estuviera tan lleno de regalos.