Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 145

Mischa temblaba. No por la fatiga, aunque también la notaba. Sino por una necesidad acuciante de él. Estaba un poco descolocada por la falta de sueño. Pero también porque ese rato que estaban pasando juntos era como un sueño, con la mañana brumosa proyectando un brillo blanco pálido y dorado en toda la habitación. Encima de su cuerpo, acariciando las curvas de sus pechos y de su vientre. Mischa pensó en el aspecto que tenía el océano que rodeaba San Francisco por la mañana, a veces, con la cresta de las olas tocada por la luz brumosa. Lo tenue que era ese tipo de luz. Y se sintió completamente delicada; su cuerpo, toda ella. Ni siquiera estaba segura de lo que quería decir. Quizá el duro caparazón que había creado para ella estaba… deshaciéndose. Y porque sabía que incluso ahora, mientras Connor la dibujaba en lugar de azotarla, con esos papeles activos, ella seguía estando completamente en sus manos. Y era dónde ella quería estar. —Mischa, ahora con la cabeza hacia arriba. Connor le puso una mano en la nuca, la empujó hacia arriba, colocó su pelo, haciéndola estremecerse, ayudándola a levantar la cabeza. —¿Tienes frío, cariño? Ella meneó la cabeza. —No. —¿Estás segura? Ella asintió. Era lo único que podía hacer. —De acuerdo, pues. —Aspiró hondo una vez, y otra—. Mírame. Baja la barbilla, pero continúa mirándome. Ah, tan adormecida —murmuró—. Increíblemente atractiva, con esa mirada en los ojos. Volvió, le apartó el pelo de la cara y dejó un momento la mano en su mejilla. Mischa cerró los ojos, absorbiendo el calor de su mano. Su mano dejó paso a sus labios y él le fue dejando un reguero de besos pequeños y apasionados por encima de la barbilla, por el lado de su cuello. Los pezones se le endurecieron y el sexo le vibró. —Oh, eres tan tentadora —dijo él, con voz ronca y fuerte acento. Connor le acarició los pechos con los dedos, describiendo un círculo alrededor de los pezones, haciendo que le dolieran. Entonces, le puso la mano entre los muslos y le apretó el clítoris. Mischa abrió los ojos de golpe y vio cómo la miraba a la cara mientras le acariciaba el sexo húmedo. —Me encanta que siempre estés tan a punto. Tan mojada. —Sin dejar de mirarla, se llevó los dedos hasta los labios y se los metió un instante en la boca—. Me encanta cómo sabes. Es pura miel. Mischa gimió y batió los párpados. La estaba matando. —Connor… —Calla. Te vas a quedar perfectamente quieta y vas a dejar que te dibuje antes de que te vuelva a follar. Oh, sí. No lo cuestiones, preciosa. Si tuvieras una mano libre, te haría notar lo duro que estoy por ti. Pero esperaré hasta que haya acabado esto. Hasta que te haya atrapado en papel. Dime, ¿quieres que te folle, Mischa? —Sí —dijo ella suspirando. —Dilo. —Lo quiero, Connor —dijo ell H