Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 129

¿No serás una de esas locas que no comen queso, no? —Me encanta el queso. Me lo como casi todo. Él levantó la vista y le dedicó una sonrisa antes de seguir vigilando la sartén. —Pues siéntate un rato. Mischa obedeció y se sentó en el banco que había en el rincón del desayuno, donde ya había colocado un par de servilletas y dos tenedores. Le vio darle la vuelta a la tortilla cual experto y al poco la sirvió en un plato y se la puso delante. —Hazme sitio, que la vamos a compartir —le ordenó. Ella se apartó un poco. Le encantó que se sentara a su lado y sus brazos se rozaran. —Tiene una pinta fabulosa. No sabía que cocinaras. —No es ninguna exquisitez pero sobrevivo de cosas así. Me quedo hasta tarde trabajando así que muchas noches termino cenando de madrugada. A ver, ¿qué te parece? Cogió un tenedor, cortó un trozo y se lo dio. El queso se le fundía en la lengua. —Mmmm, buenísima. ¿Te gusta cocinar? —Bueno, no me desagrada, pero prefiero que cocinen para mí, lo que no ha pasado nunca, en realidad. Por eso salgo a comer muchas veces. —Se calló un momento para comer un poco. —¿Nadie ha cocinado para ti de forma regular? —preguntó ella mientras él se disponía a darle otro trozo. —Sí, mi madre, cuando era pequeño. Y luego Ginny, durante un tiempo. Ah, perdón. No tendría que haberla mencionado. —No pasa nada. Connor masticó otro trozo de tortilla. —¿Y tú, qué? ¿Cocinas? —No tengo mucho tiempo para cocinar últimamente, con esto de llevar el estudio, tatuar, escribir algunas novelas cortas al año para no perder la práctica. —Es verdad… eres escritora de novelas eróticas, como Dylan. —Sí, he publicado algunas historias. No es mi objetivo profesional, pero me encanta. Ejercita una parte distinta de mi mente creativa. Así es como conocí a Dylan. —Eso está muy bien. —Sí, pero la mayoría de las veces termino comiendo fuera con amigos o pidiendo que me traigan la comida a casa. Sé cocinar, no te creas. De niña cogí mucha práctica. Cocinaba siempre para Evie y Raine. —¿De niña? ¿Tu madre no os hacía la comida? —A veces, pero sinceramente, casi siempre era tofu y cereales integrales con algo verde que nunca supe qué era. A Raine y a mí nos gustaba cuando a Evie se le olvidaba parar de pintar o se iba a trabajar fuera en algún proyecto. Entonces le cogía dinero de la cartera e íbamos a la tienda más cercana. A los nueve años me compré el libro de cocina The Joy of Cooking y aprendí a cocinar algunas cosillas. Raine fue mi pinche cuando fue algo mayor. Ahora es una gran cocinera. No sé cómo lo hace, con el trabajo y todo, pero es una todoterreno. Siempre me dijo que estaría por encima del nombre hippie que le había puesto Evie y lo ha hecho con creces. —¿Y tú? ¿Estás por encima de tu nombre? Y no creo que sea un nombre hippie, la verdad. —No tanto como el de Raine pero, sí, también estoy por encima. Por encima de eso y de todo. —¿A qué te refieres con «todo»? Empezó a sentir un nudo en el pecho al darse cuenta de lo que se le había escapado mientras comían. ¿Por qué le estaba contando esas chorradas sobre su familia?