Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 87

Juan Abreu Diosa Sé que es él. Un oriental de alrededor de sesenta años, nervudo, de rostro rugoso y manos grandes. Las piernas, cortas, le dan un aire simiesco. Su cabeza, absolutamente rapada, no rebasa la altura de mi hombro. La cara, surcada por profundas arrugas, parece el producto de las habilidades de un escultor aficionado: los pómulos demasiado salientes, la boca demasiado grande, los ojos demasiado pequeños, la nariz demasiado aplastada. Sin embargo, el conjunto es, de una manera extraña, hermoso. Hermosura refinamiento. que armoniza sabiduría, dolor, salvajismo y Maestro posa sus ojos en mi rostro; son de miel negra. Lo escruta. Es como si la zarpa de un gran depredador me recorriera por dentro, con inexplicable ternura. Con cariño. Sus labios se separan, sus cejas son gruesas y pobladas. Viste un kimono, chaqueta negra, pantalones de un gris apagado, y está descalzo. Su expresión es severa y la autoridad de su mirada trasmite tal fuerza, tal poder, que bajo los ojos e inclino la cabeza. Es evidente que todos los reunidos admiten su autoridad sin cuestionarla. ¿Qué siento? Me siento protegida. Amparada. Soy su esclava, mi ausencia de responsabilidades no conoce fronteras. Mi obediencia absoluta conlleva libertad absoluta. Eso es lo primero que pasa por mi mente. Con Rodrigo también me siento protegida, pero ésta es otra clase de protección. Esta protección es una deferencia con la que me premia un espíritu superior. Un espíritu paternal, eterno, del que nadie está desvinculado, cuyo rigor es siempre la más pura forma de amor. Maestro está muy cerca; ni se me ocurre tocarlo. Las piernas me tiemblan, pero no es de miedo. Es de pura ansiedad. Soy un animal que anhela el contacto de su Amo. Pero no es por castigo físico, que también, por lo que clamo; lo que necesito desesperadamente es ser reducida, lanzada a otra dimensión. Es decir, liberada. Quiero desaparecer, quiero diluirme, quiero ser en el Maestro. Lo comprendo perfectamente. Maestro libera, Maestro desata. Página 87