Juan Abreu
Diosa
Ahora lo peor ha pasado, el taxi se desliza por Consell de Cent,
estamos en pleno Ensanche, nos aproximamos al lugar donde él nos
aguarda. Subimos por Paseo de Gracia. La ciudad se abre del otro
lado de la ventanilla como una fruta madura cuya corteza, a punto de
hundirse, puede mostrarnos en cualquier instante el interior de las
cosas. Lo que hay detrás de la piel de las ciudades. Una mezcla de los
sueños, los deseos, las realidades, las fantasías, las miserias y
grandezas de sus habitantes.
Quedan atrás los días de ansiedad, las noches en vela.
A medida que se acercaba el momento de la gran cita se me
hizo difícil guardar la compostura; hasta el punto de que algunas
compañeras de trabajo me preguntaron si estaba enferma o tenía
problemas en casa.
¡Problemas en casa!
Nunca he estado mejor en casa.
Fachadas exuberantes, transeúntes cadenciosos, hermosos
ancianos de mayestático perfil y orgullosa mirada, autobuses
congestionados y un airecillo gordezuelo, travieso, que fluye como
una corriente marina. Apuestos profesionales de aire concentrado y
lustrosos atuendos. Carteras de piel, corbatas de seda, cuellos
perfumados. Mujeres de sexualidad a flor de piel, carnosas y
andróginas, de bocas anhelantes y trasero firme. En los relucientes
escaparates los maniquíes son casi tan reales como la gente que los
contempla. Banderolas que anuncian una obra de teatro, un
concierto, la presentación de un libro. Jirones de música. Un grupo de
uniformadas adolescentes en celo gesticula: el cuerpo es su reino, el
mejor de los reinos, lo saben de una forma prearticulada; todo está
por descubrir, el infierno y el paraíso, el amor y el macho, la miseria y
la gloria, el éxtasis y la caída, la delicia de la carne y el escozor del
miedo. El cielo parece la piel de un escualo.
La ciudad, a mi paso, se torna vagarosa, como si todos sus
rostros lucharan por mostrarse al unísono. Veo su cara de los días de
trabajo, cubierta de sudor y ruido, veo su maternal rostro de los
domingos, lozano y recién planchado, veo sus pechos goteantes,
desnudos, provocativos y saltarines en la noche, sus piernas
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