Literatura BDSM Diosa ( Juan Abreu ) | Page 68

Juan Abreu Diosa De: [email protected] Para: [email protected] Enviado: Viernes, enero 10, 2003, 21:30 Sumisa Laura, la madrugada del miércoles fue muy productiva. Conseguí una obra de calidad. La primera en mucho tiempo. Es algo que tengo que agradecerte. Pensé que la vejez y la meditación (capaz de llenarnos totalmente y aletargar otras necesidades) habían acabado con mis impulsos creativos. Pero no es así. Tengo ante mí la prueba. Has despertado otra vez mi inspiración. Lo agradeceré aplicando todos mis conocimientos, experiencia y talento a tu sesión de bondage. Un incienso hecho a base de hiratakuwagata en polvo, posiblemente, contribuyó a predisponer mis sentidos artísticos. Durante el día, gran cantidad de té vigorizante. Ejercicios respiratorios. La jornada transcurrió como un insecto que habita un espléndido jardín. Comencé a trabajar alrededor de medianoche. Antes, leí el Hagakure: «Hay dignidad en el esfuerzo y la asiduidad, en la serenidad y la discreción. Hay dignidad en la observación de las reglas de conducta y en el obrar rectamente. También hay dignidad en apretar los dientes y mantener los ojos abiertos». Apreté los dientes y mantuve los ojos abiertos. El humo del incienso propiciaba el enriquecimiento, la energía de la noche. Una energía como agua tibia, que impregnaba mis miembros. Podía escuchar la savia latir en el interior de los árboles del patio. A continuación, leí el diario de viaje del poeta Matsuo Basho: «Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje»... «Después de haber recorrido la costa durante el otoño pasado, volví a mi choza a orillas del río y barrí sus telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me nacieron las ganas de cruzar el paso de Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas Página 68