Juan Abreu
Diosa
De: [email protected]
Para: [email protected]
Enviado: Domingo, diciembre 1, 2002, 10:26
Querido Maestro. ¿Adorable Laura? La lectura de su mensaje
produjo en mi alma una gran conmoción. Y alivio. Me abandono
completamente en sus manos. No ocultaré nada, no temeré nada.
Donde otros vean perversidad, yo veré la limpieza de lo auténtico.
Cada nueva misiva agita el mar de mis ansiedades. No me
entienda mal. Es una sensación agradable. Casi me atrevo a decir
lujuriosa.
¿Debo comer más insectos?
Ahora lo haría por mi propio placer. Tuve ganas de invitar a mis
amigas a cenar e imponerles un menú semejante al que degustamos
hace unos días Amo y yo. Un poco por compartir mi experiencia y un
poco por ver si tenía sobre ellas el mismo efecto. Todas son bastante
reprimidas, les vendría bien un poco de desenfreno.
Cuando le dije, Maestro, que su edad sería una ventaja, me
refería a que siempre me han gustado los hombres mayores. No es
que no me agraden los jóvenes. Nada de eso. Pero como siempre
tuve una relación distante con mi padre y él era muy frío, creo que
veo una figura paternal en ellos. No es que albergara sentimientos
incestuosos hacia mi difunto padre, pero sé que a veces me he
acercado emocionalmente a hombres mayores, y me he acostado con
ellos, buscando algo que no me dio mi padre.
Una forma especial de ternura.
Lo que me cuenta, Maestro, del bondage de pelo suena a
leyenda, bella pero irrealizable. Aunque no dudo que usted sea tan
hábil como pudo ser el monje Nabeshima.
¡Colgada por el pelo! No creo que algo así proporcione placer.
En mi caso, más bien pavor.
Pero queda en sus manos, Maestro.
Sumisa Laura
Página
45