Juan Abreu
Diosa
En el fondo, es un gran, espléndido juego.
Todo comenzó de manera casual, como parece que comienzan
muchas cosas importantes. Conversaba con Rodrigo acerca de la
sumisión y la entrega. De los posibles límites del castigo, el dolor, la
degradación, en el contexto de una relación sexual. Charla propiciada
por unas imágenes vistas en Internet. Imágenes que me
sobrecogieron y excitaron. Y hablo de u na excitación diferente a
cualquiera que sintiera antes. Chicas japonesas atadas, zurradas,
humilladas y expuestas. Chicas colgando del techo como víctimas
atrapadas en hermosas telarañas de hilo de cáñamo. Utilizadas a
manera de adornos. Como parte de una decoración. Rostros que se
iluminan al caer cera ardiente sobre los pechos o el vientre de sus
dueñas. Cuerdas trenzadas, piernas amoratadas, rostros convulsos,
miradas implorantes, bocas ansiosas, bocas babeantes, miradas
borrosas, miradas sumergidas en un mundo desconocido,
desconcertante.
El vídeo de una atractiva chica a la que propinaban una
tremenda paliza nos conmocionó especialmente.
Un anciano oriental, robusto, cuyo rostro exhibía una serenidad
cautivadora, colocaba a la joven sobre sus piernas, las nalgas
blanquísimas, nalgas de leche fresca, ofrecidas; de inmediato
procedía a pegarle con una especie de raqueta de madera. Alternaba
el castigo con delicadas caricias en la zona afectada. La chica trataba
de no chillar, pero terminaba quejándose a gritos y llorando a moco
tendido. Al concluir la golpiza, el Amo, con suma ternura, la ataba de
forma que quedaba absolutamente inmovilizada, y ponía la polla al
alcance de su boca a manera de premio. No por mucho tiempo, sólo
un momento. A su juicio, la chica no merecía más.
Los ojos de la joven relucían de puro agradecimiento.
¿Agradecimiento?
Ese detalle me anonadó.
Charlas como las que siguieron a la visión de las fotos y el vídeo
nos sirven como calentamiento previo a intensas sesiones de amor.
Prefiero decir amor, no sexo, porque con Rodrigo el sexo, no importa
lo brutal o poco convencional que sea, es siempre amor.
No era la primera vez que el tema nos atraía. Habíamos
incursionado en ese territorio durante meses. Ligeros azotes,
mientras follábamos, algún bofetón no muy fuerte. Yo los disfrutaba,
pero luego me invadían arrolladores sentimientos de culpa.
Curioseando en Internet, encontramos
dedicadas a relaciones de dominio y sumisión.
páginas de esta clase terminan cediendo a cierta
artificial, peliculera y pornográfica. Que aburre
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algunas páginas
Casi siempre, las
estética sadomaso
y puede resultar