La Valla. 100 artistas en la frontera sur. Octubre 2014 | Page 99

Ana Fernández Asperilla Ana María Pérez del Campo El arte se pronuncia Hay imágenes que se convierten en el icono de una época. Poseen la virtud de sintetizar los acontecimientos. Quedan en la retina de la generación que vivió los hechos y permiten a otras generaciones posteriores descubrir el drama acontecido. Ocurre con la fotografía de Robert Capa del miliciano abatido por una bala en el Cerro Muriano, un símbolo de la Guerra Civil española. Idéntica fuerza expresiva para trasmitir acontecimientos de la época que nos ha tocado vivir tienen las imágenes de los inmigrantes negros paralizados, inmóviles, suspendidos en la alambrada de la valla de Melilla. Nos trasladan las lágrimas del hombre negro. Es decir, el drama personal de miles de africanos sin rostro. De jóvenes que huyen del hambre, de la pobreza, de la enfermedad, del estigma social, de la guerra… de la explotación laboral. Dos millones de españoles, con idénticos anhelos, atravesaron la frontera en los años sesenta del siglo XX. La mitad lo hizo clandestinamente. La capacidad narrativa de las imágenes no se limita al drama personal. Lo traspasa para colocarnos ante el papel de los estados en los flujos migratorios. Los jóvenes colgados en la valla nos trasmiten la centralidad que el gobierno otorga a los métodos policiales. A la represión, como solución a la inmigración, a la pobreza de los trabajadores africanos. Sin embargo, otras políticas, respetuosas con los derechos humanos, son alternativas posibles y deseables. Políticas que tengan en cuenta las necesidades de todos y que contemplen el principio de la libertad individual para buscar en otra parte del planeta el bienestar que no se encuentra en el propio país. Las migraciones son un hecho insoslayable en el siglo XXI. No puede percibírselas exclusivamente como una amenaza, como una fuente de inseguridad. Por el contrario, surten efectos positivos sobre las sociedades de origen y las de acogida. Cien Artistas comprometidas/os colocan encima de la vergonzosa “Valla” de la frontera sur entre África y Europa, el foco luminoso de una exposición de arte plástica inigualable, en la que mezcla la expresiva belleza de sus obras con las aportaciones de los dibujos artísticos y las clamorosas misivas de los africanos; el conjunto configura un lenguaje artístico incontestable denunciando la barbarie, la tortura y la injusticia que se emplea para impedir el derecho que les asiste a emigrar para subsistir a cientos de miles de subsaharianos. La “Valla” cercena toda esperanza de los africanos que aguardan en los campamentos indescriptibles del Monte Gurugú la oportunidad para cruzar a la Europa de los Derechos Humanos cuando al fin ésta decida cumplir en la práctica con la declaración proclamada dejando de realizarlo selectivamente cuando convenga a sus intereses. Las artistas componentes del Colectivo Generando Arte, con la capacidad creadora, el talento habilidoso y la experiencia que les proporciona su trabajo emblemático sobre la denuncia realista del tratamiento de género no han dudado en prestar su valiosa colaboración en la “Valla” ofreciendo la belleza y la inteligencia innegable de sus obras para defender con todos y todas una causa que clama justicia. Las comisarias de la exposición Amparo Climent y Concha Mayordomo representan un aval sin fisuras en el buen hacer del reflejo de la realidad social que se expone con la capacidad creadora del arte ajeno y del propio. Sería un olvido imperdonable cerrar el comentario, sin aludir a la responsabilidad o a la deuda inaplazable de los países de la Europa imperialista por el escandaloso reparto del continente africano en el siglo XIX; el colonialismo, el expolio de sus riquezas y de las posibilidades de desarrollo del mismo hasta su agotamiento. La solución a tanto abuso de poder no puede ser el lento exterminio de sus gentes. 99