La Valla. 100 artistas en la frontera sur. Octubre 2014 | Page 114

Eduardo Jover Los venerables culos del norte Dolores Fernández Martínez La valla En 1939 miles de españoles que atravesaron los Pirineos, huyendo de las tropas fascistas, se encontraron encerrados en campos de concentración franceses, entre las alambradas y el mar. No hemos aprendido nada cuando somos capaces de encerrar a otros seres humanos, que hoy huyen de las guerras y la miseria, entre el mar y las alambradas, en un limbo sin esperanza. Ficha técnica: transfer de collage sobre tela montado sobre tabla 33 x 33 cm 2014 114 Son negros. Mujeres y hombres negros. Huyen de la miseria, la sequía, las hambrunas, la persecución por razones religiosas o ideológicas; o buscan una vida mejor, simplemente. Su objetivo: el Norte. Son campesinos, estudiantes, profesores, médicos, tenderos, pescadores, pastores, poetas, artistas, artesanos… Pero el Norte solo ve negros. Ni siquiera mujeres y hombres negros. Solo eso, negros. Seres distintos: sin cultura, sin sensibilidad, sin preparación; un peligro del que hay que defenderse. Solo así se explica cómo afrontan el problema, cómo legislan para solucionarlo. ¿Es posible que a la culta y democrática Europa no se le ocurra otra solución que poner puertas al campo? Sí: incrustar cuchillas en las puertas; incluso más: pagar a nuestros vecinos del sur para que hagan más vallas, más fosos, y para que apaleen a los negros y destruyan sus campamentos en el Gurugú Son negros. Mujeres y hombres negros. Emprenden el camino. (No hay más que cerrar los ojos para imaginar el sufrimiento, las penalidades de estas personas). El viaje, a veces, les lleva años. Y cuando por fin llegan –rotos, deshidratados, enfermos, incluso moribundos- se encuentran con el monumento al disparate y al fracaso de Europa: la valla. Solo les queda una alternativa: el monte Gurugú. Allí se agrupan por países, se organizan, planean el salto y padecen todo tipo de privaciones y sufrimientos; privaciones y sufrimientos fácilmente imaginables para cualquier persona, incluso para los ínclitos eurodiputados. Con sus venerables culos acostumbrados a cagar –a cagar, al fin y al cabo, como los negros en el Gurugú- en retretes dorados, a catar el placer de viajar en business, a incrustarse en el escaño para dormitar y peder; para defender los privilegios de unos partidos cuyo futuro ha sido destruido por su propio pasado. ¡Insolidarios, pedorros, anquilosados culos de Europa!: ¿Para cuándo una normativa de hombres para hombres? no de hombres para alimañas. Hombres y mujeres de conciencia, compañeros en la sensibilidad, la solidaridad y la justicia: ¿Para cuándo una cadena humana –doble, triple, cuádruple…- a lo largo de toda la valla?