La Oropéndola, la revista de divulgación de aves de Costa Rica Vol. 1 núm 1. Junio 2015
Cada año, entre mediados de agosto y hasta noviembre,
miles y miles de aves migran de Norteamérica hacia Centro
y Sur América, y casi todas pasan por Costa Rica. De las
910 especies que habitan en el país, más de 200 son migratorias, es decir, pasan la primavera y el verano en el
norte, pero vienen a nuestro país para el invierno. Algunas
se quedan y otras siguen hacia Suramérica. Llegan reinitas,
chorchas, chorlitos, patos, golondrinas y vencejos.
Durante el período de la migración, especialmente en el
Caribe, es frecuente observar centenares de gavilanes y
zopilotes planeando en columnas, aprovechando los termales de aire caliente que les impulsan hacia arriba. Poco a
poco van hacia al sur, logrando grandes concentraciones en
Talamanca, donde la geografía forma un “embudo” estrecho de paso. Sus números son grandes pues, puedan pasar
por Kékoldi ¡hasta cinco millones gavilanes y zopilotes! Muchos de ellos seguían hasta las pampas de Argentina. En los
meses de marzo y abril, regresan al norte y nuevamente
pasan por Costa Rica.
Para las aves, la migración no es nada fácil. Previamente
tienen que prepararse engordándose mucho, pues el largo
trayecto requiere de suficiente energía y tienen poco tiempo para descansar y alimentarse durante su viaje. Muchas,
como los gavilanes, no se alimentan hasta que llegan a su
destino. En su travesía, las aves enfrentan mal tiempo, cazadores, depredadores y, lo peor de todo, cada vez encuentran menos hábitat apto para descansar o vivir antes de
volver al norte donde anidan. Se estiman que solamente el
50% de las aves que salen, regresan. La mortalidad es muy
alta.
Costa Rica, en especial la zona del Caribe, es un país p redilecto para las aves migratorias, pero ¡ninguna se adapta
a las matas de banano o piña! Sin duda alguna, la falta de
hábitat apropiado para las necesidades de cada especie,
es una de las razones principales que ocasiona la mortalidad de aves migratorias.
Es obvio que la deforestación y el monocultivo afectan a las
aves de forma adversa, porque desaparecen los árboles y
provocan que las lagunas y humedales se sequen. Estas
prácticas alteran los recursos que las aves requieren para
sobrevivir. Sin árboles y arbustos, es decir, abundante vegetación o “monte”, las aves no tienen lugar para descansar ni alimentarse o protegerse de los depredadores. Además, el monocultivo depende del uso de grandes cantidades de agroquímicos que generan altos índices de contaminación y, literalmente, envenenan el hábitat. Esto, a su vez,
afecta la capacidad de sobrevivencia de las aves y va reduciendo sus poblaciones. Grandes extensiones de monocultivos como las de piña y banano, sin dejar territorio apreciable de vegetación, inevitablemente se convierten en el
declive de poblaciones de aves, sean migratorias u otras.
Esto es exactamente lo que está sucediendo.
En años recientes, el declive de aves migratorias constituye
una preocupación seria. Varios estudios indican reducciones
en número de estas aves. No se conocen todas las razones,
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HABITAT, MONOCULTIVO
Y LAS AVES MIGRATORIAS
TEXTO POR ROY H. MAY
ASOCIACIÓN ORNITOLÓGICA DE COSTA RICA (AOCR)
FOTOGRAFÍA POR MARTA ROMERO ROBERTO
pero la deforestación en el Neotrópico es, sin duda, una de
las razones principales. En Costa Rica, científicos de la UNA
están investigando sistemas silvopastoriles que habiliten potreros a las necesidades de aves migratorias. Lamentablemente, con el monocultivo de la piña y el banano, es poco
lo que se puede hacer en favor de las aves. Esta situación
ha provocado que los “pajareros” centroamericanos y norteamericanos unan esfuerzos, en una red llamada
“Compañeros de Vuelo”, para reforzar y coordinar trabajos en pro de la conservación de las aves migratorias. Esto
incluye el monitoreo de las migraciones, la defensa del hábitat y la educación del púbico acerca de este fenómeno
anual.
La migración de aves es un fenómeno extraordinario.
¿Cómo saben las aves cuándo deben comenzar su viaje?
¿Cómo reconocen la diferencia entre norte y sur? ¿Cómo
pueden llegar a su destino y regresar? Incluso, se sabe que
muchas, como por ejemplo las chorchas y las reinitas, llegan
exactamente siempre al mismo lugar año tras año y regresan a su mismo punto de partida. Es decir, la chorcha migratoria (Icterus galbula) que llegue cada año al comedero en
mi patio, ¡es el mismo individuo que llegó el año anterior!
Los ornitólogos, es decir, los biólogos que se especializan en
el estudio de las aves, saben que éstas navegan por las
estrellas (muchas aves migran de noche) y formaciones geográficas y que esta capacidad es tanto innata como aprendida de sus progenitores. También creen que las aves tienen “brújulas internas” que les orientan según el sol o los
campos magnéticos. Generalmente vuelan a una altura menos de 650 m, pero a veces suben hasta 4,575 m, e incluso
algunas llegan hasta 6,000 m. Su velocidad varía según las
condiciones de tiempo y viento, pero suelen hacerlo entre
30 y 80 km por hora. Algunas vuelan 72 horas y más sin
parar.
No todas las aves migran. Entre las que sí lo hacen, no todas dejan las fronteras del país. En Costa Rica, aves como
el pájaro campana y el quetzal, no migran fuera del país,
pero se trasladan a otras zonas durante ciertos períodos
del año. Sus razones son las mismas de toda ave migratoria: están buscando alimento. En cuanto a su conservación,
en estos casos no basta una sola reserva, sino requiere
“corredores” o “cadenas” de territorio en regiones ecológicas diferentes que se ajusten a sus requerimientos migratorios.