La Oropéndola nº1 Vol 1 Junio 2015 | Page 17

La Oropéndola, la revista de divulgación de aves de Costa Rica Vol. 1 núm 1. Junio 2015 LA SUERTE DE AGUSTÍN, EL TOLEDO SALTARÍN TEXTO POR ROSE MARIE MENACHO ODIO En los bosques de Costa Rica vive un pequeño y hermoso pájaro que se escucha pero no se ve. Digo que se escucha porque tiene un canto fuerte que dice To-leeee-do! Toleeeeedo!!!, seguido de lo que pareciera un silbido descorazonador que resuena entre las ramas, hojas y troncos. También digo que no se ve porque las personas que visitan el bosque suelen emocionarse mucho cuando escuchan el canto pero cuando lo buscan a su alrededor muchas veces no lo ven aunque Ilustración de lo tengan en frente, pues quietito, entre tantas ramas y hojas, el autor del canto parece desaJoao Joseph Ottaviano parecer completamente. A estas aves les llaman Toledos. Y dicen las 8 años, 2º grado buenas lenguas, que quienes tienen la suerte de verlos, encontrarán que son pajarillos que para Mareas International Home School nada son feos. Un toledo tiene su cuerpo cubierto completamente por negras y suaves plumitas, sobre la cabeza lleva lo que se podría llamar un gorro de color rojo brillante. Y sobre los hombros y espalda, un conjunto de plumas azules, que le dan un aire muy distinguido al pajarillo. Y para rematar, dos plumas largas se extiende más allá de su colita y se mueven suavemente con el viento. De esa forma, el Toledo siempre está listo y preparado para ir a una fiesta, que en el mundo de los científicos, se llama “Lek”. Y es que el toledo, además de hermoso y buen cantante, es además un magnífico bailarín. Y debo decir que es cierto, porque cuando se reúne con otros comienza una danza realmente extraordinaria. Entre todos los toledos, había uno jovencito que apenas está aprendiendo a bailar. Esto, como suele pasar, causaba risa a sus mayores, que le veían equivocarse al danzar como reloj y hasta a veces le regañaban por saltar demasiado alto y estorbar a los demás. Agustín, se llamaba el joven y, como no tenía espejo (en el bosque hay pocos espejos, o mejor dicho, no los hay del todo), se creía un poco feo y torpe. Pero Agustín, con todo y sentirse poquita cosa, tenía un gran amor por Rosalinda. La tal Rosalinda era una pequeña pajarita, muy sencilla en realidad, como lo son todas las hembras de esa especie. Completamente verde, lo más que se podría decir que podría llamar la atención, son sus patitas naranja. Rosalinda visitó el sitio donde todos los toledos machos mostraban sus encantos. Movían las alitas, pegaban brinquitos, e imitaban a los sapos haciendo Cue-erecu-ere! Allí estaba Agustín, muy nervioso, procurando llevar el ritmo y saltar un poco más alto, para sobresalir entre los demás. Luego de la danza, Agustín pensó que había perdido a su hermosa Rosalinda, pues ella desapareció como suelen hacerlo los toledos. Pero eso no era verdad, porque cuando se fue a comer unos frutillos rojos y negros, allí estaba Rosalinda, viéndolo con los ojos muy brillantes. Y así se fueron juntos los dos, a disfrutar de la frescura del bosque, mientras los toledos mayores, se quedaron preguntándose a dónde se habría ido aquella verde, sencilla y sin embargo, hermosa pajarita. 17