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La Falsificación de la Realidad
En lo personal inicié esa autobiografía, de una manera aún muy parcial, en un
libro ya citado fechado en febrero de 1987 y editado en 1988 (Estado y
Revolución. Argentina: los años setenta, Ed. Puntosur, Buenos Aires, 1988)
Trataré de sintetizarlo. En 1973 -para tomar un año simbólico- yo tenía
exactamente 30 años y una docena de libros publicados. Es decir, era un lustro
mayor que la mayoría de los militantes y tenía un cierto prestigio personal y un
cierto conocimiento del mundo. En ese sentido, si bien no puedo decir que fui
integrante o dirigente de una u otra organización revolucionaria, sino
"consultor" de varias de ellas, tenía mayores conocimientos y, por lo tanto,
mayor responsabilidad moral (limitada, porque tampoco tuve una gran
capacidad decisional).
Recordemos que entre el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros
se movían, con mucha contundencia, un amplio espectro de organizaciones
menores. Cuando se produjo la fractura del ERP, hacia 1973, las conducciones
de algunas de esas organizaciones adoptan una serie de trabajos teóricos míos -
algunos de los cuales fueron publicados, sin firma, en la Revista Liberación.
Tanto ellos como mucha otra gente en este país sabían algunas cosas básicas
sobre mí: mi relación con la Revolución Peruana, mis contactos con Moscú, mis
frecuentes visitas a Madrid para entrevistarme con el general Perón, y mis
buenas relaciones con un sector muy importante de oficiales jóvenes del ejército
argentino y con algunos hombres de la dirigencia de Montoneros.
Eran muchos los oficiales del ejército que estaban a favor de un acuerdo con las
organizaciones armadas que se proclamaban peronistas y eran muchos los
militantes del ERP que no comprendían el antiperonismo -de origen trotskista-
de la cúpula de esa organización. De esa crisis nacen nuevos grupos con el
propósito de virar hacia el peronismo, y me proponen que actúe como su
representante en esa operación.
En síntesis -muy en síntesis- mi experiencia dentro y fuera del país durante
esos años me permite afirmar que, con prolongada anterioridad al golpe de
Estado de 1976, existía en las organizaciones armadas "irregulares" la
voluntad, las doctrinas y una incipiente infraestructura para plantear la
guerra, a la que se imaginaba -no podía ser de otra forma- como guerra
civil. Generalmente no se menciona este hecho, y se pretende convertir a quien
en vida fue un combatiente en una vulgar víctima.
El golpe militar de 1976 encuentra a las organizaciones armadas irregulares
muy debilitadas. En alguna medida ya había sucedido lo peor: Triple A y
Tucumán, Azul y Monte Chingolo. Las grandes derrotas militares de la guerrilla
en la Argentina.
Es por ello que la represión militar propiamente dicha destroza no tanto a unas
organizaciones armadas ya debilitadas, sino a la periferia superviviente de los
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