La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 87
Norberto Ceresole
Guerra revolucionaria, fuerzas armadas e Iglesia.
La "teología de la eliminación": una relación centro-periferia
Durante la etapa bipolar, la teología elaborada por las Iglesias Universales, en
especial la Católica Romana desde el reinado del polaco Woityla, fue proyectada
hacia la periferia del "mundo excluido". Ello produjo un incremento en el grado
de perversión del comportamiento político y social de la "clase eclesiástica",
directora del catolicismo institucional argentino.
Esa "teología proyectada" del Centro hacia la Periferia del sistema se transformó
en un pensamiento anticristiano en dos dimensiones fundamentales: en lo que
respecta a las relaciones del hombre con Dios y en lo que respecta a las
relaciones con el prójimo.
En el caso argentino la "proyección teológica" -enmarcada en la doble
circunstancia de la guerra fría y de una profunda corrupción dentro del Estado
Vaticano- originó una situación tal vez única en la Historia: la justificación de
que había un 'Untermensch' a destruir, el "subversivo", y que él está ubicado en
el interior de la sociedad nacional.
Las "desapariciones" no hubiesen sido posibles sin la preeminencia de una
teología - que actuaba bajo la forma de ideología de una Iglesia Universal
inmersa en una confrontación a vida o muerte con la otra mitad del mundo. En
la Argentina del siglo XIX se habían sucedido muchas guerras civiles. En ellas
se cometieron actos de salvajismo por ambos bandos (el de los "civilizados" y el
de los "bárbaros") pero eran actos donde se producían muertes, no
desapariciones.
La desaparición -esto es, empujar a un connacional vivo desde un avión en
vuelo para que su cuerpo se desintegre al chocar contra la superficie del agua-
sólo puede ser explicada a partir de una teología central/universal aplicada en
la periferia y fundamentada en una confrontación global, dentro de un mundo
bipolar. Se violaron todas las Leyes de la Guerra sólo porque había un
sostén teológico que permitía esa operación esencialmente inmoral. Se
había traicionado, profunda e irrevocablemente, el deber del hombre hacia
Dios y la concepción de la responsabilidad hacia su prójimo.
A mi modo de ver una autoubicación biográfica dentro de un proceso histórico
que es relativamente reciente resulta un punto de partida insoslayable. Sólo a
partir de él, creo, nuestras opiniones y nuestros actos del presente -y no sólo
nuestro juicio histórico- pueden cobrar sentido.
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