La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 84
La Falsificación de la Realidad
consecuencias de esa inserción, y no la naturaleza específica del conflicto
nacionalmente localizado, lo que hizo que diferentes sectores sociales, diferentes
franjas culturales y religiosas asumieran posiciones antagónicas entre sí, dentro
de una dialéctica destructiva y autodestructiva que sólo pudo existir en un
ambiente ideológico de confrontación global determinado por la guerra fría.
Así, los conflictos sociales y militares que se agitaban dentro de cada sociedad
nacional, todos ellos encorsetados por la bipolaridad (que fue un proceso
totalizador abarcante desde lo estratégico hasta lo teológico) se transformaban
en dicotomías interiores insuperables que, finalmente, condujeron a todas las
alternativas de cambio, inexorablemente a todas, hacia un callejón sin salida. El
fracaso de las guerras revolucionarias selló un destino catastrófico -dada la
mortal mimetización con el enemigo- para las guerras contrarrevolucionarias
"victoriosas". El mundo contemporáneo, dominado por el "derecho a la
ingerencia", es el fiel testigo de la muerte de ambas concepciones.
La catástrofe se originó a partir de la aceptación universal del falso hecho de
que en esas sociedades el enfrentamiento se debía plantear como un conflicto
básico entre sociedad ("revolución") y Estado ("contrarrevolución"). Ese es el
punto de inflexión que hoy puede ser visto como el principal factor
inviabilizador de todos los procesos de cambio que podemos registrar en todas
las regiones de la periferia excluida durante las últimas décadas.
Se llegó al absurdo de que la totalidad de los contendientes aceptaran la
inexorabilidad de que los presupuestos de la guerra revolucionaria estaban
basados en una lucha contra el Estado, realizada desde un "foco", desde un
"ejército irregular" o desde un proceso insurreccio nal "de masas". Inversamente,
la óptica correlativa pero inversa, dio por supuesto el hecho de que el Estado
era el Alcázar de la guerra contrarrevolucionaria; es decir, que se llegó a aceptar
como natural la mortal patología de que el enemigo estaba "en" la sociedad.
La conjunción de ambas aberraciones conceptuales eliminó de raíz la
posibilidad de conocer las contradicciones existentes entre cada "Estado
contrarrevolucionario" y la estrategia global confrontativa del "mundo
occidental" contra el "comunismo soviético". Fue así que ese Estado llegó a
convertirse -por aceptación y autoaceptación- en el instrumento principal de
"ese" mundo en confrontación global con el "otro" mundo.
Cada uno y todos los movimientos revolucionarios en el no Occidente, o en la
periferia de Occidente, debieron aceptar contenidos filosóficos provistos por el
"otro" mundo, que no estaban en absoluto en su naturaleza original. La mayoría
de las veces debieron presentarse como "universalistas" (en oposición a los
"nacionalismos históricos") y como laicos o ateos, en oposición, casi siempre
forzada por motivos ideológicos ilegítimos, a una religiosidad popular y a una
reflexión teológica que, por ello, finalmente, jugaron en favor del Estado-Alcázar.
84