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La Falsificación de la Realidad
Es por ello que emerge la imagen difundida por el lobby judío norteamericano
(9) ante la opinión pública mundial, de una Argentina entre fascista y
pusilánime, decadente e intrínsecamente perversa. Hay una relación de causa a
efecto entre la fractura del judaísmo (y la forma mesiánica que adopta su
facción hegemónica) y la "perversión" de la sociedad argentina. Es a partir de
esa relación que la Argentina ha sido introducida en ese nivel inferior de la
política mundial, obligándola a una continua y sistemática estrategia de
despotenciación nacional, instrumentada por las clases dirigentes nativas, que
en gran parte hoy juegan a la oposición al menemismo. Esta interacción entre
factores externos e internos determinó el amplio margen dentro del cual se trata
de explicar dos acciones concurrentes de macroterrorismo con fuertes
implicaciones religiosas y geopolíticas. En conjunto, una verdadera agresión
exterior sobre la seguridad nacional de la Argentina.
La Argentina no registraba antecedentes en ese sentido. Es por ello que muchos
argentinos percibieron que esos actos de macroterrorismo eran de una
naturaleza esencialmente diferente respecto del terrorismo secular e interior
(antiestatal y paraestatal) que vivió ese país durante los llamados "años 70" (10).
Por lo demás, la sociedad argentina -y contrariamente a las infamias que se
propalaron antes, durante y después de los macroatentados-, no era -ni es- una
sociedad antisemita. En Argentina crecieron y sobre todo prosperaron con
absoluta libertad de elección -personal y grupal- muchas generaciones de
judíos, y lo hicieron sin ningún tipo de condicionamientos, a diferencia de otras
sociedades occidentales democráticas señaladas como modélicas (11). La
comunidad judía tuvo mucho más "movilidad social" que cualquier otra
comunidad de origen inmigrante, llegando a ocupar, en la actualidad, espacios
sociales mucho más próximos al vértice que a la base de la pirámide social
argentina. En rigor de verdad, ya no existen judíos de la "clase baja" en la
Argentina. El hijo del sastre judío inmigrante fue un vendedor de trajes, y su
nieto es economista, abogado o médico. Pero como economista, abogado o
médico, está integrado a la tecnoestructura gran empresarial del país.
Mucho mayor éxito, si cabe, tuvieron los miembros de la comunidad judía
residente en la Argentina que actuaron en el campo de la cultura y de las
empresas culturales. Son judíos una proporción muy alta de profesores
universitarios, actores y funcionarios del Estado calificados. Ramas
profesionales enteras, como el negocio del psicoanálisis, son dominadas por
judíos. Los judíos controlan integralmente el mercado editorial y casi totalmente
los medios de comunicación. Un porcentaje desproporcionadamente alto (en
relación a la cantidad de judíos per cápita existente en la Argentina, un 2% de
su población total, aproximadamente) de profesionales liberales son judíos.
Podríamos ampliar la lista, pero ya es hora de plantear el interrogante: ¡Qué
extrañas formas adquiere el antisemitismo en la sociedad Argentina! ¡Qué
anormal es este antisemitismo que durante décadas permitió que los judíos
adquiriesen un poder descomunal, mucho más allá de la cantidad de judíos
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