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La Falsificación de la Realidad
tiempo. De allí surge una exigencia básica para el mundo musulmán
contemporáneo: ligar más estrechamente al Islam con la histórica y sistemática
exclusión-explotación-destrucción sufrida por la "raza árabe-persa inferior".
El Islam reúne muchos elementos para convertirse en el núcleo cultural de un
proceso de liberación (de la raza árabe y otras etnias musulmanas contiguas,
como la persa y la turca), respecto del hecho judío más trascendente de toda la
historia: el espacio geopolítico actualmente dominado por el Estado de Israel.
Pero carece de la fractura teológica que existe entre el cristianismo tradicional y
el judaísmo: la figura mesiánica de Jesucristo. Las palabras de Jesús
constituyen una ruptura total con la tradición judía. El misterio de Jesús no
debe ser considerado como una tentativa de reformar el judaísmo desde una
supuesta secta judía (la de los cristianos): Jesús aporta un elemento
absolutamente diferente que no puede ser reconciliado con el judaísmo. Jesús
revela un Dios que es esencialmente distinto a Yahvé, al Dios nacional judío que
nos muestra el Antiguo Testamento. El hijo de Dios y la Virgen María han sido y
volverán a ser la frontera infranqueable entre judaísmo y cristianismo.
El espacio islámico es una de las pocas realidades geopolíticas con capacidad
potencial para disputarle al imperialismo occidental judeo-cristiano el control
sobre los destinos del mundo. Y veo en determinadas interpretaciones del Islam,
como la del chiísmo, un sistema de pensamientos y de sentimientos muy
cercanos al catolicismo popular, hoy abandonados por la jerarquía de la Iglesia
Romana.
El "llanto por Hussein" es algo conmovedor para cualquier católico que quiera
vivir al lado de su pueblo, en contacto con sus hermanos oprimidos y
humillados. El chiísmo expresa un sentimiento trágico de la vida muy cercano
al sentido del sacrifico de Cristo, y al ejemplo heroico del Che Guevara, que no
fue, en ese sentido, un simple mártir laico.
Por c ierto que la categorización de la raza árabe, y de otras musulmanas, como
"inferior", coincide con el colonialismo, es decir, con el ciclo de expansión del
capitalismo. El rol jugado por el judaísmo desde los orígenes del capitalismo
finaliza en la construcción del Estado de Israel, que se fundamenta no sólo en
ser la expresión regional más elocuente de la globalización del capitalismo, sino
en la convicción de que existe no sólo una superioridad religiosa sino, además,
una superioridad racial.
En este punto coincido totalmente con Bruno Étienne: "Israel, contrariamente a
lo que dicen los árabes, no es simplemente un hecho colonial clásico, reducible a
los casos de Argelia y de África del Sur. Tampoco me parece que Israel sea un
peón del imperialismo norteamericano. El Estado hebreo es todo eso a la vez, pero
con una dimensión mesiánica, escatológica, ligada a una historia y a unos
lugares particulares. Los árabes no pueden a la vez conducir la lucha
antiimperialista e ignorar la dimensión metafísica de Jerusalén. Pues muy a
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