La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 328

La Falsificación de la Realidad De algo están seguros hoy muchos franceses y no sólo los actuales y futuros electores de Le Pen: la convergencia franco-alemana era mucho más viable antes que ahora. La "Liberación" fractura Europa según un mapa Atlántico con epicentro en Washington y proyección unidireccional hacia Londres. Es por ello que vuelven a surgir las grandes figuras sepultadas de la Francia "olvidada". No sólo Louis Ferdinand Céline, que es un símbolo de enorme grandeza intelectual y moral, sino hombres como Jacques Doriot, que en los años 20 se afianzó como líder nacional encabezando un movimiento francés contra la ocupación militar francesa del Ruhr alemán. Doriot no sólo no fue un "Kolaboracionista", en el sentido vulgar de la expresión, sino un paladín de la unidad franco- alemana, ya imposible desde la "Liberación". El fenómeno Le Pen, con sus claros y sus oscuros, no existe en ningún otro pa ís europeo. Ningún político europeo importante tiene una opinión tan definida y sobre todo tan conocida, sobre la "cuestión judía". El FN está cada vez más arraigado en los diferentes estamentos de la sociedad francesa, como lo demuestra la intención de voto que se hace pública de manera periódica. Sería un error muy grande pretender negar que existe una relación muy intensa entre la creciente voluntad revisionista de la sociedad y el nuevo perfil político francés. En sus orígenes, el revisionismo francés, viéndolo ahora como fenómeno principalmente intelectual, es gestionado por una élite muy pequeña y muy aislada. Su problemática comenzó en la "cuestión judía". Podríamos decir que la crítica al mito del "Holocausto" -y por lo tanto a los mitos fundadores del Estado de Israel- fue un fenómeno básicamente francés, cuando por lógica debió haber sido un movimiento de resistencia cultural alemán. Ello nos habla de la vitalidad cultural francesa y del letargo en que aún vive Alemania. El revisionismo francés ha demostrado dos cosas. Lo primero, que después de treinta años de desarrollo intelectual termina co-gestando un movimiento nacional policlasista con capacidad para acceder al poder por medio del voto popular. Y lo más importante: señalar que el revisionismo no acaba con la cuestión judía. Lo que hoy está en revisión es toda la historia europea, comenzando con la de este siglo. El movimiento nacional y el revisionismo francés no pueden seguir avanzando sólo en la dirección de demostrar lo que ya está demostrado: que el "Holocausto" fue parte de la propaganda de guerra de los Aliados vencedores, que la "Liberación" fue la antesala de la creación del Estado de Israel y que el Estado de Israel es el gran desorganizador de una de las regiones geopolíticas más sensibles del mundo, contigua al espacio europeo. Lo que genera la crítica al gran mito judío, es una total desestabilización de todo el escenario histórico. A partir de la credibilidad creciente de esa crítica puntual se produce un inevitable movimiento de arrastre; toda la historiografía impuesta por los Aliados vencedores se derrumba estrepitosamente como fichas de dominó. Si Alemania no fue la maldad absoluta, ni la URSS el "paraíso" del 328